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4. La persecución del hombre blanco contra sus hermanos.

4.1. Un instinto predador.

4.1.1. Rapiña de las fito-riquezas.

Los criterios de «autorización» de productos para la salud han tenido en occidente una historia desigual. Cuando los europeos (con sus máquinas de guerra, fruto de la «revolución científica y tecnológica», no lo olvidemos) fueron dominando al resto de continentes y aplastando sus culturas, un aspecto especial de su colonización implicaba a las Etno-Medicinas y Fitoterapias.

Además de sus más útiles productos vegetales (caucho, caña de azúcar, algodón, etc.), los fitoterapéuticos (quinina, curare) y psicoactivos (opio, café, té, tabaco, etc.) eran comercializados en régimen de cuasimonopolio en las metrópolis (con sus cuantiosísimas ganancias, gravadas por importantes tasas que iban a parar a las coronas) y en régimen de explotación exhaustiva en las colonias, lo que fomentó el monocultivo y sus dependencias, la perturbación de ecosistemas, así como la esclavitud (algodón y, sobre todo, caña de azúcar) que se cebó especialmente en los pueblos negros de la costa occidental africana.

4.1.2. Aplastamiento y ridiculización de las etnomedicinas.

A pesar de que las poblaciones indígenas no podían permitirse las medicinas de los colonizadores (tampoco había medios suficientes, aunque hubieran querido) los brujos y curanderos locales fueron perseguidos (y en ocasiones bárbaremente torturados) y las Etno-Medicinas y Fitoterapias, al igual que las cosmovisiones y creencias que las sustentaban, pasaron muchas veces a ser ejercidas disimulada o clandestinamente, o bajo coberturas sincréticas.

Tras la «independencia» de los países colonizados, los poderosos medios de auto-prestigiación y auto-publicidad de la Tecno-Medicina y el formidable poder económico de las Multinacionales farmacéuticas, continuaron ignorando o subvalorando a las Etno-Medicinas, cuya secular persistencia era (y es) explicada como «ignorancia», «superstición», «factor tribal», etc. Y continuaron influyendo decisivamente en los gobiernos indígenas, que imponían casi contínuamente políticas sanitarias de corte paternalista-integracionista sobre sus propios súbditos y fuertemente influenciadas por los diseños de los países colonizadores.

La misma ayuda que tras la descolonización recibimos del Primer Mundo, y que agradecemos de corazón, está sin embargo llena de sesgos ideológicos y linguísticos (como «ayuda a los países en vías de desarrollo», «hospitales y medicinas para el Tercer Mundo», etc.), que sugieren contínuamente a nuestros jóvenes en formación donde está la «luz» (en la adelantada Europa y Estados Unidos) y donde están las «tinieblas» (en la atrasada África) y que recuerdan a la Etno-Medicina local su sospechosa asociación con el «subdesarrollo» o, en el mejor de los casos, su papel residual y secundario.

Aún hoy, la propaganda tecno-médica al uso atribuye el pujante volumen de mercado de las Fitoterapias y los «productos alternativos» y el creciente uso de las «medicinas paralelas» (a pesar de su marginalidad) que se observa en el primer y Tercer Mundo a la «publicidad engañosa», «déficits de humanidad y atención» de los médicos oficialmente licenciados, a la desesperación de quienes «se agarran a un clavo ardiendo», etc.

Cuando son inocultables, la Tecno-Medicina explica los éxitos de sus competidores como «anécdotas», «casualidades», «curaciones espontáneas» de «problemas menores», «efectos placebo», «autosugestión», «falsos diagnósticos», etc. Cuando hay tratamientos complementarios, atribuye sistemáticamente las faltas de resultado y los empeoramientos a las Etno-Medicinas y Fitoterapias (y «al tiempo que hicieron perder») y atribuye las mejorías a la Tecno-Medicina, por supesto.

En diferentes épocas los «curanderos» locales se han visto molestados por diferentes sectores de la sociedad dominante, cuando transportan las plantas medicinales que utilizan para atender enfermos fuera de su localidad, incluso de su región, o cuando deben colectarlas, también, lejos de donde viven. Las ONGs europeas han seguido usando Tecno-fármacos por lo general, aunque su actitud es mucho más respetuosa con los curanderos locales, pero las mayores dificultades provienen de las políticas sanitarias de nuestros propios gobiernos, como lo demuestra la normativa «reguladora» de productos fitoterapéuticos que se está preparando.

4.1.3. Esclavización, enfermación y culpabilización de los nativos.

La colonización del hombre blanco no se produjo porque este fuera más sabio o más fuerte, sino porque fue más egoísta y desalmado. Tras la pérdida de los aspectos teocéntricos de su cosmovisión medieval, la Naturaleza, los animales y el mismo hombre perdieron para el hombre blanco su componente sagrado y se convirtieron en simple «objeto de explotación y de rapiña». Aunque numerosas culturas han usado la Ciencia y la Técnica a lo largo de la Historia, sólo el hombre blanco post-renacentista se adentro en la «ciencia sin conciencia» y en el uso de la «técnica sin alma» para fabricar las máquinas, armas y navíos que le dieron tanto poder conquistador y sojuzgador.

Además de impedir a los nativos colonizados el acceso a sus (creencias/aplicadores/plantas) de curación y de poder, el colonizador blanco impuso sus sistemas de valores y sus creencias (o, mejor las decadentes y egoístamente sesgadas interpretaciones de dichas creencias), y no tuvo empacho alguno en explotar y «dopar» a los nativos con los productos que le convenían (recordemos las «guerras del opio») o, cuando los nativos así explotados se morían demasiado rápido, «importar» mano de obra (generalmente africana) que era explotada en régimen de exclavitud de por vida.

Las antaño culturas florecientes y en armonía natural fueron desbaratadas y los inmunosistemas fueron transtornados: nuevas enfermedades diezmaron a los colonizadores, pero hicieron estragos sobre todo en los nativos y en los esclavos, especialmente la sífilis. Aún hoy podemos observar como las enfermedades, el alcoholismo, etc. degradan profundamente a los indígenas del Amazonas cuando al llegar a ellos las multinacionales, se les separa de sus hábitats, de su rituales sagrados y jerarquías de valores, de sus Etno-Medicinas y «plantas de poder»; es decir: cuando son desculturizados.

La «ciencia» del hombre blanco tuvo también su importante papel desculturizador, denigrador y sojuzgador del hombre de color. Aún en su corta historia, la utilización real de los métodos antropológico-estadísticos y bio-métricos fue especialmente contraria a los países del Tercer Mundo: durante muchos años estudios estadísticos a doble ciego y rigurosamente aleatorizados arrojaron repetida y consistentemente la «conclusión» de que la inteligencia de la raza negra era «significativamente inferior» (p<0,01) a la inteligencia de la raza blanca, lo que dio ropaje «científico» a numerosas discriminaciones racistas; si bien con el transcurso de los años una nueva generación de antropólogos denunció los ocultos sesgos que sustentaban tales falacias estadísticas, recordemos que en su tiempo fueron considerados estudios científicos rigurosos.

La colonización desculturizó también a nuestros pueblos y se nos pegó bastante del desalmamiento y furioso pragmatismo egoísta de nuestros colonizadores o esclavizadores. Tras la descolonización, nuestra economía se hizo fuertemente dependiente y nuestras luchas tribales, antaño limitadas, adquirieron dimensión «industrial», es decir «genocida».

El último capítulo de esta triste historia es la de culpabilizarnos sutilmente de las hambrunas, genocidios y pandemias que nos asolan. Un ejemplo de esto esta en la «teoría» (no es un chiste) de que el SIDA se originó por los años 60 en África, debido a un mordisco que un «mono verde» dio a algún cazador furtivo que se lo quería comer, que transmitió el virus (aún no detectado, ni fotografiado, ni cristalizado, a pesar de lo que diga la propaganda) de la pandemia mundial.

Esta propaganda no es casual, sino que es muy interesada, pues desvía la atención a «chivos expiatorios» muy alejados de los países industrializados (que es donde se constata empezó la pandemia); y, de paso, retrasa el creciente descrédito de la Tecno-Medicina; y evita las indemnizaciones multimillonarias que se derivarían si se demostrase la implicación de las prácticas tecno-médicas en las causas y propagación de esta temible pandemia.

Sin embargo, los países africanos hemos convivido, cazado y comido a nuestros animales (incluyendo los monos) durante milenios sin problemas y durante todo este tiempo hemos mantenido nuestros sistemas inmunitarios muy correctos. No: ni nosotros ni nuestros animales hemos causado el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida sino que, de creer a los epidemiólogos reunidos este mes de julio en Ciudad del Cabo con motivo de la ultima Conferencia Internacional sobre el SIDA, los africanos simplemente vamos a ser las principales víctimas de esta pandemia sin precedentes, pues en algunos países de nuestro entorno el porcentaje de seropositivos superan el 50% de la población y se espera que una gran mortandad diezme a nuestros pueblos en los próximos lustros.

4.2. Estrategia del robo postcolonial de nuestras etnomedicinas.

4.2.1. La enfatuización de la tecnomedicina.

Conviene no confundir lo legal con lo real, y conviene recordar algunas definiciones simples, de diccionario: médico es quien alivia o cura, no necesariamente quien tenga un «título» o «licenciatura», aunque esté firmada por una importante Universidad europea o norteamericana. Medicina es lo que alivia o cura, no necesariamente lo que está «autorizado» ni, mucho menos, lo que los criterios de las Multinacionales farmacéuticas consideren como tal.

La Tecno-Medicina es sélo una mas de entre las medicinas e, históricamente, la última, la más invasiva, la más eficaz para contrarestar síntomas a corto y medio plazo, la más intoxicadora, la más polémica. A pesar de su poder y su oropel, la verdad es que:

  1. en términos históricos, la Tecno-Medicina es una «recién llegada»: las Etno-Medicinas tienen siglos y milenios de antigüedad, mientras que la Tecno-Medicina tiene, a lo sumo, unos 200 años;
  2. en el ámbito de los modelos de diagnóstico y terapia es ciertamente una «rara avis» que se diferencia fuertemente del resto de medicinas tradicionales, las cuales comparten por lo general cosmo y antropovisiones parecidas en sus líneas esenciales;
  3. en el ámbito de los resultados finales, la Tecno-Medicina es solo una neofita cuyos resultados en ciertos terrenos y procedimientos son muy discutibles a medio y largo plazo y, sobre todo, aun están por ver.
Pero, a pesar de ser sólo eso, la Tecno-Medicina insiste en autodiferenciarse en forma grave y privilegiada del resto de sus hermanas (y competidoras) y, con la complicidad del poder, suele incumplir, por desgracia, los más elementales principios de igualdad de oportunidades y de libre concurrencia, salvo contadas excepciones.

En su fatuidad, la Tecno-Medicina se considera a sí misma como la única verdaderamente «seria», «racional» y «científica», la única digna de llevar el nombre de «medicina», nombre que monopoliza excluyendo a las demás de tal derecho, y obligando a la gente a considerarlas como «sectas», «filosofías», «sistemas», «prácticas» o, a lo sumo, «terapias». A pesar de desconocer (y querer desconocer) los enfoques de las demás medicinas, los califica como «precientíficos», «supersticiosos» e «irracionales», cuando no de «peligrosos». En la enseñanza de las facultades de medicina y farmacia, las Fitoterapias son presentadas como un mero preámbulo «pre-científico» a la moderna farmacología, siendo su uso actual presentado como «tercermundista», y minusvalorado o ridiculizado como un residuo histórico si es usado en Europa o Norteamérica, cuando no simplemente ignorado.

A sus propios ejercitadores los considera los únicos oficialmente «licenciados» para usar el nombre de «médico» y para el desempeño de la profesión de curar. A todos los demás los hace llamar «curanderos», «brujos», «gurús», «prácticos», etc., les impide la utilización del nombre de «médico» y los considera «intrusos» y, por estar fuera de la ley, «delincuentes». Todo «médico» oficial tiene prohibido la cooperación (aunque sea indirecta, transitoria, tácita o práctica) con cualquier no-licenciado, y tiene además el deber de denunciarle. Ninguna compañía de seguros puede utilizar los servicios de un no-licenciado sin delinquir.

4.2.2. «Autorizándonos» a usar nuestras plantas: la trampa de los tests analíticos.

4.2.2.1. Asimetría de penetración de mercados.

La Tecno-Medicina y las Multinacionales farmacéuticas reclaman principios del Neoliberalismo para poder entrar, prescribir y concurrir en los mercados africanos relacionados con la salud. Estos principios, que de entrada están bien (que pacientes y agentes sanitarios vea, prueben, juzguen y elijan lo que les parezca mejor, sin imposiciones...) es contradicho por la imposibilidad que tienen nuestras Fitoterapias de llegar a la población de sus países, a no ser que un Laboratorio «reconocido» del Primer Mundo las «normalice» y las «comercialice» (es decir: a no ser que de facto se adueñe de ellas): ¡ni siquiera un ciudadano particular deshauciado puede importar en Europa o Norteamérica alguna de nuestras plantas: estas serán retenidas y confiscadas en la frontera!.

El «libre mercado» es también escandalosamente vulnerado por el hombre blanco cuando «ayuda» a sus excolonias (algunas veces con excedentes e, incluso, estocs caducados). Una de las formas de neo-colonización (y dependencia) económica más descaradas que han pesado sobre los países africanos tras su «independencia» nominal, han sido las condiciones impuestas por los industrializados países del Primer Mundo para la concesión de créditos (o ayudas en especies) a los países «en vías de desarrollo». Estas condiciones implican férreas obligaciones de renunciar a nuestra soberanía económico-cultural y a nuestra libertad de elección mercantil, para pasar necesariamente a usar los métodos y a comprar los productos del lejano país «generosamente» dador.

Esta doble vara de medir el mercado de las Fito-productos, se ve agravada por el trato que dan a sus propios vegetales, dado que todavía no se han atrevido sin embargo en occidente a «prohibir» los productos fitoterapéuticos autóctonos (es decir, las plantas de la madre naturaleza, o bolsas o paquetes que contengan triturados de partes de la planta), probablemente porque, ¡en este caso sí!, reconocen que su uso está profundamente enraizado en la población y porque se dan cuenta de que, si los persiguiesen, su recolección y uso continuaría... solo que clandestinamente. ¡Ojalá nuestras autoridades aprendan de la astucia y pragmatismo de las autoridades euro-norteamericanas!.

En Europa, la distribución y venta de plantas con acción fitoterapéutica sólo está autorizada en las Farmacias regentadas por farmacéuticos «licenciados», pero da la casualidad de que éstos, por razón injustificada, desde la hegemonía aplastante de las Multinacionales farmacéuticas, no ven con buenos ojos la venta de productos vegetales, probablemente por la dificultad de control monopolístico del mercado (cualquiera puede buscar o cultivar las plantas) y por los bajos márgenes de beneficios asociados.

Sin embargo, aunque no permitida de iure, la venta de fito-preparados es tolerada de facto en establecimientos no farmacéuticos llamados «herbolarios» o «establecimientos de dietética», siempre que (mediante una hipocresía oficialmente fomentada) estos productos sean presentados como «condimentos», «complementos dietéticos», etc., y siempre que, como consecuencia, (mediante una imprudencia-negligencia oficialmente fomentada) no se indique nada sobre su dosificación o sus posibles beneficios para la salud; y, sobre todo, siempre que dichos establecimientos estén fiscalmente controlados y paguen impuestos.

4.2.2.2. Asimetría de penetración en instituciones.

Otra flagrante hipocresía y asimetría del tan cacareado liberalismo comercial de nuestros «ex»-colonizadores implica a los decretos de «control» sanitario y «test de autorización». Decretos y tests que durante siglos no existieron en nuestras Etno-Medicinas y Fitoterapias, pero que en los últimos años amenazan con asfixiarlas y enajenarlas; y que, de hecho, si se pusieran en práctica, restringirían la pluralidad y la libertad de elección de nuestros ciudadanos (y la de los del Primer Mundo) y su derecho a elegir y a administrar sus recursos como mejor decidan en temas de salud. (Recordemos que el derecho a la vida y a la salud es una prioridad máxima y un derecho básico natural, superior a cualquier legislación local que la contradiga).

¿De donde viene este nuevo e imperioso afán «testeador» y «normalizador»?. Junto con las petroleras, la industria armamentística y el narcotráfico, las Multinacionales farmacéuticas son uno de los poderes más crecientes, inmensos e incontrolados del último siglo: disponen de fuertes lobbies en los ministerios, de multimillonarios beneficios, y de una sorprendente capacidad de ganarse la conciencia de ciertos políticos y funcionarios. No olvidemos tampoco que las Multinacionales farmacéuticas son también, las más de las veces, Multinacionales veterinarias y Multinacionales agroquímicas; y que incluso, de forma secreta, son potenciales Multinacionales de la guerra y contra-guerra química. Su dominio directo o indirecto en los medios de difusión de masas es asimismo impresionante: analícense sino los intereses que están detrás de las Juntas de Accionistas de los mass-media (prensa general y científica, radio, televisión, etc.) y analícese el tanto por ciento de publicidad (principales ingresos de los mass-media) que está de facto pagado por las Multinacionales farmacéuticas. Si: contra este Goliat del norte se enfrenta el David de nuestras Fitoterapias autóctonas.

Aunque la actividad de las Multinacionales farmacéuticas/veterinarias/agroquímicas es legítima y sus éxitos han sido notables, también es cierto que han generado a nivel planetario una alta contaminación y yatrogenia; y que tienden a formar de facto oligopolios preocupantes en la medida que su abundante dinero y sus poderosos lobbies empiezan a influir en funcionarios y ministerios, en la medida en que excluyan otras medicinas y terapias muchísimo más antiguas y usadas que ellas, y en la medida en que cercenen la libertad de información y elección de la población.

Y, a pesar de las buenas intenciones verbales de respeto a las medicinas autóctonas, lo más frecuente es que dichas Multinacionales pretendan de facto desplazar y sustituir a la sabiduría popular y a las Etno-Medicinas, más que a completarlas o a complementarlas, debido a que ven en ellas un serio crítico y competidor que limita su ya saturado mercado de la salud del Primer Mundo.

Y lo más frecuente es que esta conquista de nuevos mercados no la consigan las Multinacionales farmacéuticas mediante convencimiento o persuasión en libre competencia, sino de forma subrepticia, mediante publicidad exhaustiva, aprovechando su penetración en Universidades, mass-media, Ministerios, etc., procurando influir en la generación de «decretos» ministeriales (disfrazados de «lucha contra el fraude» y «control» de la calidad sanitaria); es decir: de arriba abajo, con normas de obligado cumplimiento y con sanciones para los infractores. Esta forma de actuar indica en realidad el talante invasivo que subyace a esta forma de neo-colonialismo terapéutico y la poca confianza que la Tecno-Medicina tiene en la aceptación poblacional de las pretendidas «virtudes» y «liberaciones» que nos deparan sus productos.

Para comprender la magnitud del atropello, imaginémonos por un momento que, en reciprocidad, nuestros etno-enfoques y nuestros fito-productos penetrasen invasivamente en las Universidades, mass-media, Ministerios, etc del Primer Mundo, procurando influir en la generacion de «decretos» ministeriales (disfrazados de «lucha contra la toxicidad yatrogénica», y «control» del naturismo y eco-armonía sanitaria, etc.), con normativas (étnico-formes) de obligado cumplimiento y con sanciones para los infractores. ¿Qué pasaría entonces?. ¿Cómo reaccionarían sus ciudadanos, asociaciones profesionales, y gobiernos?. ¿Por qué, entonces, no reaccionamos nosotros de igual forma?.

Pero, no nos engañemos: la historia de las «autorizaciones» de los productos fitoterapéuticos es relativamente reciente y corre paralela con la necesidad de las Multinacionales farmacéuticas de desplazar no-comercialmente a sus competidores en los vastos y aun poco penetrados mercados del Tercer Mundo; y corre paralela con la necesidad de los Estados de recabar impuestos del sector económico fitoterapéutico que, pese a haber sido semi-clandestinizado (¡y precisamente por ello!) tiene una actividad creciente como «economía sumergida».

Y, si no, preguntémonos: ¿a qué viene esta urgente necesidad «normalizadora» que tanto afectara a nuestras Etno-Medicinas y Fitoterapias que han venido operando sin problemas durante milenios?. ¿Por qué han de ser los propios gobiernos africanos quienes pongan palos a las ruedas de nuestros ancestrales recursos terapéuticos?. ¿Acaso están avergonzados nuestros gobernantes de los mismos?. ¿A que viene tanto celo inquisidor?. ¿A cambio de qué, y... para quienes?.

4.2.2.3. Asimetría de armas de competición.

Dejando aparte su intencionalidad y su impertinencia comercial y moral, la normativa que se nos pretende imponer aparenta ser una «igualdad de condiciones» de carácter «universal». Pero eso sólo es una apariencia, dada la fuerte y descarada asimetría de enfoques, lenguajes, medios y recursos que afecta a los concurrentes que serán afectados por estas aparentemente iguales normativas.

Los exhaustivos, sofisticados, hiperrigurosos y carísimos análisis y tests que requerirá la normativa en ciernes (hechos a la horma de las Multinacionales farmacéuticas) resultarán de facto insostenibles para nuestros dispersos, (relativamente pobres) y sencillos etno-terapeutas. La «normativa» actuará de facto como un eficaz y capcioso filtro socio-metodológico, cuyo resultado, además, ya sabemos de antemano cuál será: dejaran dentro del importante (e inelástico) mercado de la salud a las Multinacionales farmacéuticas, que son las que si podrán cumplir los requisitos hechos a su imagen y semejanza; y dejarán fuera a las ancestrales, baratas y queridas Etno-Medicinas y Fitoterapias de nuestro pueblo, que son las que no podrán cumplir estos requisitos.

De esta forma unas normas aparentemente «iguales» se convierten en profundamente «desiguales» en la realidad. Por poner un símil: es como si a un gigante y a una docena de enanos, un rey tiránico les impusiera realizar una carrera de obstáculos para saber quienes podrían seguir viviendo, pero decidiendo de antemano que dichos obstáculos fueran de saltos de altura: las condiciones, la pista y las vallas serían iguales para todos y, sin embargo, la carrera sería fuertemente injusta y malintencionada, pues los obstáculos estarían hechos a imagen y semejante del gigante. Al igual que sería malintencionado imponer que, a la recíproca, los obstáculos de la carrera fueran el pasar por puertas bajas, o túneles pequeños.

Si sabemos ya ahora que los enfoques, lenguajes, medios y recursos de nuestras Etno-Medicinas son fuertemente diferentes a los de la Tecno-Medicina que nos quiere colonizar... ¿Por qué aceptamos esta afrenta en nuestra propia casa?. ¿De dónde provienen los tecno-enfoques, los tecno-lenguajes, los tecno-medios y los tecno-recursos que permean los borradores de la «normativa»?, ¿Quienes se los sugirieron a nuestros funcionarios del Ministerio de Sanidad?. ¿Por qué?. ¿A cambio de que?.

Y, además, esta el ¿para qué?: si nuestras plantas son efectivas (que sí lo son) y si nuestras pobres Etno-Medicinas no podrán cumplir sin ser desvirtuadas (que no podrán) los requisitos de testeo, análisis y comercialización que nuestras propias autoridades sanitarias les quieren imponer... ¿qué creéis que ocurrirá a continuación?. Pues muy sencillo: que nuestras mejores plantas, o sus principios activos más interesantes, irán a parar a las Multinacionales farmacéuticas (asentadas en los países que nos colonizaron) dado que ellas si podrán cumplir los requisitos de testeo, análisis y comercialización que ellas mismas indirectamente propusieron.

Una vez suyos, nuestras foráneas competidoras los venderán (¡o los inmovilizarán!) en todo el mundo en exclusiva (ellos gestionan muy bien las patentes de productos naturales ligerísimamente modificados) y a precios mucho mas caros, previa bonita presentación comercial (con las dosis ponderales perfectamente expresadas, eso si), y los beneficios irán a parar una vez mas a los países que nos colonizaron. Y, quizá, con un poco de suerte, mañana un aséptico farmacéutico acabe vendiéndonos (a los más ricos de nosotros) lo que nosotros hoy nos estamos dejamos escamotear... con la complicidad consciente o inconsciente de nuestros funcionarios.


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