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2. Las etno-medicinas no son tan malas.

Quisiera, antes de nada, resaltar las virtudes que, en comparación con la Tecno-medicina, tienen nuestras Etno-Medicinas (usamos el plural pues, a diferencia de la Tecno-Medicina, ellas tienen diferencias, adaptadas al alma y geografía de cada pueblo y etnia, aunque su cosmo-visión fundamental sea bastante común y las hermane a las Etno-Medicinas tradicionales del resto de continentes).

2.1. Nosotros no somos ellos.

Los africanos hemos de acabar con nuestro complejo de inferioridad cultural frente al hombre blanco. Ellos tienen cosas válidas que hemos de aprender y utilizar, pero nosotros también las tenemos, y hemos de dejar de admirar lo que no es admirable en ellos.

Las Etno-Medicinas africanas son nuestras sabidurías, y las variadas y ricas fitoterapias son nuestros tesoros. No se parecen a su Tecno-Medicina y Tecno-Farmacia, ni tampoco quieren parecerse, ni falta que les hace. Hemos de estar orgullosos de nuestras sabidurías y recursos de salud, y hemos de evitar que lobos disfrazados de ovejas las desvirtuen y se apoderen de ellas.

Usando un símil, es como en los colores: el amarillo es el amarillo, y el azul es el azul, y cada uno resalta más al lado del otro. Cada uno tiene su utilidad y su gracia, y debe dejar al otro en paz: los hombres eligen el que mejor les parezca (o a ambos) en cada momento, y ya está. El amarillo no debe enjuiciar, ni desvirtuar ni intentar amarillear al azul, ni éste debe andar acomplejado por lo poco amarillento que resulta; ni viceversa. El azul no es el amarillo, ni debe querer serlo, ni falta que le hace: eso es todo.

2.2. Una transmisión iniciática.

Nuestras Etno-Medicinas no se reducen a los estudios etnobotánicos que hayan hecho algunos europeos que han dejado de lado el estudio íntegro de las mismas. Es errónea la idea de que las Etno-medicinas son poco más que remedios de herbolarios de los que se echan mano para semi-resolver las enfermedades que atienden, remedios que se pueden inventariar, regularizar y envasar (y volvernos a vender a precio decuplicado).

Nuestras Etno-Medicinas sólo pueden ser en realidad conocidas, naciendo y criándose en nuestra cosmovisión nativa, o incardinándose profundamente en ella, y recibiendo la iniciación de parte de un verdadero maestro que te haya elegido como discípulo. El curandero indígena, en general, lo es por transmisión de su maestro y por mandato de entidades superiores o divinas, y no lo es por propia elección: negarse a cumplir dicho mandato se paga con la enfermedad, e incluso, a veces, con la muerte.

Las Etno-Medicinas y Fitoterapias tienen cosas que aprender de la Tecno-Medicina, pero la recíproca es también muy cierta. Digan lo que digan los agentes gubernamentales formados en (o fascinados por) las universidades euronorteamericanas, las Etno-Medicinas y Fitoterapias no han pervivido en los cinco continentes durante milenios por casualidad, ni los pueblos y los usuarios que las han usado y las siguen usando son supersticiosos o tontos, sobre todo cuando es la vida lo que se juegan.

Las Etno-Medicinas y Fitoterapias son de transmisión muchas veces oculta (iniciática), su ejercicio es discreto y eminentemente práctico, y carecen del marketing internacional y del bombo y platillo publicitario de la Tecno-Farmacia (muchas veces disfrazado en forma de divulgacion «científica» que se hace eco de artículos aparecidos en «serias» revistas médicas de «prestigio internacional»).

Pero, a pesar de ello, las Etno-Medicinas y Fitoterapias compiten perfectamente con las Tecno-Medicina: la existencia del etno-médico (denominado semi-despectivamente como «curandero» por el hombre blanco) ha sido y es esencial para la sobrevivencia de los pueblos en donde se encardina, dado que la atención en salud brindada por el Estado a la mayoría de las comunidades indígenas del país ha llegado en realidad tangencial y tardíamente, y de manos de la medicina de los colonizadores. Esta Tecno-Medicina estatal ha resultado invasiva, orientada al síntoma y generadora de dependencia y ha sido poco respetuosa con la Naturaleza y la cultura ancestral de nuestros pueblos; y, para el poder adquisitivo de las comunidades autóctonas ha sido, además, de precios prohibitivos.

2.3. Un más sabio manejo del ecosistema.

Las Etno-Medicinas implican una formación psicológica de respeto y salvaguarda al entorno ecológico que se ha venido formando a lo largo de los siglos. Además, lo aprovechan mejor, más sabiamente (el «brujo» habla con la planta en dimensiones que se le escapan al hombre blanco), con contaminación 0% y reciclaje 100%. Ese entorno ecológico fue siempre su habitat propio, durante milenios, hasta la llegada del hombre blanco; ese fue su medio, un medio, por cierto, sagrado.

Todo esto, lo desconoce la Tecno-Medicina y lo arrasa la Tecno-Farmacia; porque han perdido la Sabiduría de los antepasados.

No es cierto que las Etno-Medicinas no sean científicas: lo son en el pleno uso de la palabra, el de la «Ciencia con Conciencia» que dijera Rabelais. Digan lo que digan los nord-occidentales, el método científico en realidad ha estado realizándose empíricamente siempre, pues la gente no es tonta y finalmente nota y compara el efecto de lo que ha adquirido, y transmite ese conocimiento a sus vecinos y expresa su satisfacción o insatisfacción global y comparativa mediante algún código y de alguna forma, aunque sea por transmisión oral e iniciática, o aunque sea mediante ese juez implacable que es el mercado.

2.4. El prodigioso laboratorio vegetal.

Cualquier ser viviente, y también los vegetales, son sistemas bioquímicamente muy ricos, diversos y equilibrados: lo que ocurre en una simple hoja o flor da cien mil vueltas a todos los laboratorios de todas las Multinacionales Farmacéuticas juntas.

Según las Etno-Medicinas de todo el mundo, animales y vegetales (¡y moléculas!) participan, ademas, de niveles de realidad no sólo visibles, sino también invisibles o «sutiles», como pueden ser el «alma»/«espíritu» de la planta, que resultan imponderables para la Tecno-Farmacia pero que son decisivos en la acción terapéutica final del vegetal. Esa acción terapéutica, para muchas Etno-Medicinas, es incluso modificada por el «alma» e «intención» del recolector de la planta, y por la del preparador del remedio, y por la del enfermo que se lo toma: de ahí la importancia de los rituales, en el efecto terapéutico.

2.5. Un mejor manejo del enfermo nativo.

A diferencia de la Tecno-Medicina, los etno-médicos escuchan verdaderamente la queja del enfermo en su formulación espontánea de «enfermedad africana» y prescriben al modo local remedios autóctonos conocidos desde tiempo inmemorial; esto es accesible en la teoría, pero muy difícil en la práctica, para médicos formados en Europa con libros y mentalidad europea.

Numerosas experiencias han demostrado que los enfermeros-practicantes indígenas, formados en medicina «a la europea» durante algunos años por iniciativa estatal, siguen frecuentemente haciendo distinción en la práctica entre enfermedades y fármacos «europeos» (los descritos en los libros, cursillos, etc., medicamentos caros y contundentes) y enfermedades y preparados «africanos» (las que describe en realidad la población, con sus expresiones propias, remedios accesibles, baratos y naturales, a veces con componentes mágicos decisivos para el resultado terapéutico).


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