A propósito de la supuesta «epidemia de hepatitis C» en Valencia (21).
¿CÓMO SE CONSTRUYE UN «ENFERMO DE HEPATITIS C»?.

Una persona pasa a ser un «enfermo de hepatitis C» si se cree al equipo médico hospitalario cuando le dice: «usted tiene la hepatitis C». Esta persona se lo cree porque confía en las titulaciones de los facultativos y en que el hospital tiene la tecnología más avanzada posible. A dicha persona, como que confía en lo que le dicen en el hospital, ni se le ocurre cuestionar nada, por lo que acepta plenamente el diagnóstico y se marcha a casa convencida de que «tengo la hepatitis C». Probablemente queda preocupadísima por ello, ya que le han dicho que la «hepatitis C es la más peligrosa», que «se cronifica en la mayoría de casos» y que «en una parte de ellos evoluciona hacia una cirrosis o incluso hacia un cáncer hepático». Y también probablemente se rompa su equilibrio psicosomático si existía, o se agudice su desequilibrio si ya estaba desequilibrado. Total, o empezará a encontrarse mal si se encontraba bien, o se sentirá peor si ya se sentía mal. Queda claro que, hasta ahora, la persona que va a buscar el resultado está indefensa, y es suave arcilla en manos de sus médicos.

Lo decisivo ahora es precisar cuándo un médico hospitalario le dice a alguien que tiene una «hepatitis C», y es lo decisivo ya que transmitir este diagnóstico es lo que en realidad crea un «enfermo de hepatitis C». Para que el médico se atreva a afirmar convencido que la persona que tiene en frente está «enferma de hepatitis C», la condición necesaria, y desgraciadamente casi siempre2 suficiente, es que haya dado positivo a un test que han hecho en el laboratorio a la sangre de dicha persona, y cuyo resultado el médico se limita a leer. El médico tiene completa confianza en que el test indica de manera totalmente cierta si la persona es o no un «caso de hepatitis C», en que los científicos que han diseñado el test tienen todos los elementos necesarios para ello (probablemente el médico ignora, por ejemplo, que el «virus de la hepatitis C» nunca ha sido aislado) y en que el laboratorio ha hecho impecablemente su trabajo (probablemente el médico desconoce que, por ejemplo, cada test suele tener distintos criterios de interpretación, y que con un criterio puede darse como positivo mientras que con el criterio de al lado sería dado como negativo). En consecuencia, el médico se cree el resultado que le llega escrito, y asume la responsabilidad no siempre fácil de leerlo y transmitirlo al ya paciente. El médico probablemente no tiene idea -ni casi nunca le interesa ni se molesta en tenerla- de qué test se ha utilizado, cómo funciona, cómo se interpreta, de qué marca es, si está validado o no, etc. La mayoría de médicos no quieren «complicarse la vida» y se limitan a «cumplir con su trabajo». En muchas ocasiones, esto significa leer el resultado, transmitirlo mecánicamente y quedarse tan tranquilo... aunque la persona que ha recibido el diagnóstico se marche sin saber dónde pisa. Y el médico a final de mes recibe su sueldo... probablemente mayor que el de los «enfermos de hepatitis C» que ha contribuido a fabricar.

Porque efectivamente es una fabricación de «enfermos de hepatitis C» lo que tiene lugar con estos mecanismos. Los tests se hacen de una forma tan abundante y sistemática (antes y/o después de una operación o de dar a luz, tras donar sangre,...) que ya se afirma que «la prevalencia de la hepatitis C es del 2% de la población», y que «casi un millón3de españoles están enfermos de hepatitis C»...

Además, sin quererlo, las víctimas de este engranaje contribuyen a consolidarlo.

Por un lado, ayudan a reforzar la creencia en la existencia de un «virus de la hepatitis C» y de sus supuestas «vías de contagio». En efecto, como que les has dicho y se han creído que «tienen hepatitis C» y que «el virus de la hepatitis C se transmite sobre todo por sangre y quizá por vía sexual», lo primero que hacen tras recibir el diagnóstico es buscar cuándo tuvo lugar «el contagio». Revisan su historial médico -en particular, quirúrgico-, sus partos, sus transfusiones y, si hace falta, su historial sexual. Y como que casi toda persona ha pasado por el hospital o ha tenido relaciones sexuales, la mayoría concluyen: «tuvo que ser entonces. Es la explicación más lógica». Aunque seguro que hay excepciones, es decir, supuestos «casos de hepatitis C» que nunca han sido operados, que nunca han recibido una transfusión de sangre, que nunca han dado a luz, que se casaron vírgenes y no han estado con otra persona que su pareja no «infectada», o que incluso aún son vírgenes. Son la encarnación viva de que la supuesta «hepatitis C» y su supuesto «virus de la hepatitis C» son artefactos de laboratorio, son construcciones ficticias, son hijos de la tecnología empleada y de las concepciones erróneas que presiden tanto la utilización como la interpretación de estas «técnicas tan adelantadas y sofisticadas». Son la prueba definitiva de que la supuesta «hepatitis C» y su supuesto «virus de la hepatitis C» son el resultado de una serie de convenciones pseudocientíficas adoptadas entre una serie de superespecialistas y algunos grandes laboratorios farmacéuticos4, convenciones que hacen suya acríticamente los científicos y médicos no especialistas, reproducen ciegamente los medios de comunicación masivos y, claro está, son creídos por la población. Confío en que estas víctimas pronto reaccionen, comprendan lo ocurrido, se atrevan a testimoniar y ayuden a terminar con este sinsentido.

Por otro lado, la mayoría de diagnosticados contribuye involuntariamente a crear la supuesta «gravedad de la hepatitis C». Al aceptar lo que se les dice, hacen suyo el pronóstico y, lógicamente, caen en desmoralizaciones, depresiones, etc. que pueden tener graves repercusiones en su salud. Y lamentablemente son medicadas con grandes cantidades de interferón que producen reacciones autoinmunes y perturbaciones del sistema nervioso, y también con peligrosísimos supuestos antivirales de entre los que son desgraciadamente utilizados en el campo de «eso» llamado «SIDA». Los estrés psicológico, emotivo y tóxico que esta situación conlleva pueden tener graves consecuencias a medio plazo. Pero, claro, la responsabilidad es cómodamente atribuida al nunca aislado «virus de la hepatitis C»...

Pero resulta que el peligrosísimo tratamiento hospitalario es evaluado por medio de una denominada «carga viral» medida con la técnica PCR, que su propio inventor, el Premio Nobel de Química de 1993 doctor Kary Mullis, explica que no es apta para medir carga viral alguna, y menos de un virus que nunca ha podido ser aislado. Como que lo que es interpretado como «carga viral del virus de la hepatitis C» puede disminuir tras empezar el tratamiento por razones que nada tienen que ver con el inexistente «virus de la hepatitis C», al paciente se le dice que «el tratamiento le sienta muy bien» y que «ha mejorado» aunque en realidad casi siempre se sienta físicamente peor...

Y para que todo el invento «hepatitis C» tenga su lógica interna, se le esconde al «enfermo de hepatitis C» que el hígado es el único órgano humano que puede regenerarse al cien por cien. Por el contrario, se le hace creer que su hígado sólo puede ir a peor, y que es probable que le aparezca una cirrosis hepática o incluso un cáncer de hígado. Así, si efectivamente ocurre que la persona empeora como consecuencia de la medicación y de su desánimo, el «paciente» (¡nunca mejor dicho!) lo aceptará como consecuencia de «la actividad destructiva del peligroso virus de la hepatitis C». E incluso pueda ser que aumente su confianza en el médico, que ya le había advertido de lo que ocurriría...

Entendidos estos mecanismos, no es difícil vaticinar que en la medida que más cientos de personas -en particular, mujeres- sean llamadas en Valencia a «hacerse las pruebas de la hepatitis C», inevitablemente una parte de ellas van a dar positivo. Y ya habrá más víctimas, pero no del anestesista acusado sino de este siniestro pero rentable engranaje pseudocientífico-pseudomédico...

Lluís Botinas.Barcelona, 4 de mayo de 1998.
Lluís Botinas (director de la asociación C.O.B.R.A.).

Notas:

1La primera parte se titula ««Hepatitis C»: ¿verdad o manipulación?», fechada el 29 de abril de 1998.
2Tengo noticias de un hepatólogo que explica que el test puede interpretarse de distintas formas y puede indicar cosas varias, y que basa su diagnóstico final en cómo se encuentra la persona, que es lo importante. La mayoría -tanto de especialistas como de no especialistas- hacen caso sobre todo al test. Es una vez más la confianza ciega imperante en una tecnología a la que se admira tanto más cuanto más se la desconoce...
3Es indicativo de que «algo huele mal en el tema de la hepatitis C» saber que en Alemania, con una población mas del doble que la española, se estiman menos casos que en el Estado español: unos 800.000. Y aún más que en los EE.UU., con tres veces más habitantes que Alemania, tiene «sólo» unos 270.000 «casos de hepatitis C»...
4Cada vez más, estos superespecialistas son asalariados de dichos laboratorios. Y estas multinacionales farmacéuticas también financian las revistas científicas que publican las investigaciones hechas por los equipos pagados por los laboratorios, con lo que el ciclo se cierra y la manipulación es aún más descarada.


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