Las muertes por AZT son asesinatos.
Robert G. Murray, doctor en medicina.

Si accidentalmente uno ingiere un veneno, la muerte es un accidente. Si se hace a propósito, es suicidio. Si uno envenena a otro a propósito, es asesinato, a no ser que lo ordene un tribunal, en cuyo caso es ejecución.

Por tanto. ¿Qué sucede con los millares de americanos que —a instancia de sus médicos— ingieren AZT y otros fármacos venenosos anti-VIH?. ¿Cómo llamar a esas muertes?.

Para mí está claro que el VIH no causa ni inmunodeficiencia ni ninguna de las supuestas enfermedades del SIDA, y que no es necesario ningún tratamiento para que sigan viviendo sanos los individuos VIH-positivos. Además, he llegado al convencimiento de que el consumo crónico de drogas es la causa de casi todos los casos de SIDA en Estados Unidos y que son inútiles los actuales ensayos de vacuna contra el VIH.

Y además de matar al inocuo VIH, el AZT y otros análogos de los nucleósidos son enormemente tóxicos y destruyen las células sanas1. Los inhibidores de la proteasa del VIH son igualmente peligrosos y producen depósitos extraños de grasa en cuello, hombros y abdomen, niveles muy altos de colesterol, ataques cardíacos, fallo visceral y extraordinaria emaciación de las extremidades2. La terapia con estos fármacos es letal si el paciente no interrumpe el tratamiento.

¿Cómo se llama a esta clase de envenenamiento prescrito por el médico y voluntariamente tomado por un paciente asustado y desinformado?. Al ser prescrito, no es un accidente. Como el paciente no desea morir, no es suicidio. Luego, a menos que un tribunal lo haya ordenado, estas muertes me parecen asesinatos. Todo médico debe saber que estos fármacos son, con toda evidencia, venenos mortales; el médico que no comprenda esto es incompetente o negligente.

Nací en Omaha, en donde me diplomé en la universidad de Nebraska. Durante la II Guerra Mundial (1943-45) fui médico en las tropas de paracaidistas de las operaciones en el Pacífico. Me doctoré en 1950 en la facultad de Medicina de la universidad de Nebraska y estuve dos años de interno haciendo prácticas antes de comenzar a ejercer (1953-1981) en Omaha. En 1981 me trasladé al Lago de los Ozarks y ejercí en una comunidad rural hasta 1986, en que me jubilé.

En 1987 comencé a interesarme por la «epidemia» de SIDA en Missouri y a recopilar datos sobre ello. Me quedé atónito al ver que el 93% de los diagnósticos de SIDA se circunscribían al continente de homosexuales y drogadictos por via intravenosa. Una llamada al retrovirólogo de la universidad de Berkeley, Peter Duesberg, me orientó correctamente. Fracasé en dos ocasiones para que los legisladores de Missouri modifìcaran las leyes estatales sobre el VIH. Mis actividades como revaluador del SIDA me han valido la repulsa de un ex-presidente del consejo de administración del AMA (Asociación Médica Norteamericana), del comité del SIDA del AMA y de la rama ejecutiva de la Asociación Médica de Missouri.

Actualmente, me dedico a suscitar el interés entre abogados y compañías de seguros sobre el aspecto legal de prescribir terapias tóxicas para el VIH.

Contacto:

Rt. 1 Box CB-73-D,
Climax Springs,
MO. 65324.
E-mail: <rgmurray@lakeozards.net>.


Notas (Alfredo Embid):

Hay otros efectos tóxicos demostrados.
1Ver número 43 de la revista «Medicina Holística», página 173.
2Ver número 59 de la revista «Medicina Holística», página 184.

Artículo publicado en el número 61 de la revista «Medicina Holística». Edita: Asociación de Medicinas Complementarias (A.M.C.).


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