El SIDA y el perro que no mordió.
Phillip Johnson
Phillip E. Johnson.
Catedrático de leyes en la Universidad de Berkeley. Califonia.

Traducción: Francisco Javier Manero Vargas.

Otra conferencia internacional del SIDA fue mantenida en Marruecos en Diciembre, atendida como es habitual por cientos de expertos científicos así por líderes gubernamentales. El mensaje que se proclamó allí fue transmitido ampliamente por los medios de comunicación americanos: las infecciones por VIH, en África, alcanzaban a más de 1.500.000 personas, en 1993, y ahora totalizan 10.000.000; podría haber tantos como 1.750.000 de africanos padeciendo el SIDA, aunque tan sólo se han reportado realmente 264.000 casos; las mujeres y los jóvenes tienen particularmente riesgo de infección. Por todo ello, África necesita transfusiones masivas de ayuda externa para afrontar esta terrible pandemia.

Los americanos que siguen las noticias han oído demasiado acerca de la pandemia del Síndrome de Inmunodeficincia Adquirida, que se dice está barriendo África y Asia. Expertos de la Organización Mundial de la Salud dicen que, para final de siglo, el Virus de Inmunodeficiencia Humana condenará a una muerte lenta al menos a 40 millones de personas en todo el mundo. Tales estadísticas han sido ampliamente divulgadas y no contestadas, hasta el extremo que algunas personas creen que ciertas regiones de África están frente a la despoblación.

En la otra mano, pocos americanos conocen que hay una controversia centrada en Londres en la que algunos observadores han puesto en cuestión no sólo la extensión, sino incluso la existencia de una epidemia de SIDA en África.

El 3 de octubre de 1993, el Sunday Times de Londres incluía una larga historia acerca de África, de su reportero científico, Neville Hodgkinson, titulada «La plaga que nunca fue». La historia fue una de varias en las que Hodgkinson y el Sunday Times han cambiado la creencia convencional sobre el SIDA.

Las principales fuentes de Hodgkinson fueron Phillipe y Eveline Krynen, que encabezan una organización médica de socorro de 230 empleados en la región de Kagera, en Tanzania, quienes informaron, por primera vez, en 1989, del SIDA en África. Han estado enseñando en Europa que se podría ver una vasta espidemia de SIDA en Kagera y, desde su llegada, la evidencia en principio parecía confirmar sus espectativas. Los Krynens realizaron un informe ilustrado que ayudó a establecer el cuadro internacional del SIDA en África. El informe describía niños huérfanos del SIDA dejados al cuidado de los abuelos; un equipo de fútbol destrozado por la enfermedad; ancianos sentados solos con sus muertes; cruces negras pintadas en las entradas de los hogares atacados por el SIDA. Parecía como si la peste negra de la Edad Media hubiera vuelto.

El informe de los Krynens fue influyente, tanto en Europa como en America, al dibujar el cuadro de una epidemia mortal fuera de control. Por ejemplo, cuando el Washington Post publicó una importante historia, en marzo de 1992, acerca de la envergadura del SIDA africano, escribía que el continente estaba soportando desastre de salud pública de enormes magnitudes» y describía Kagera, en particular, como «una de la áreas más duramente afectadas del mundo». El Post citaba a Phillipe Krynen diciendo que «sería mejor si hubiéramos sufrido un terremoto», porque el SIDA tenía un efecto más devastador, afectando al grupo más productivo (adultos y jóvenes), que tienden a ser activos sexualmente.

Tras cuatro años de experiencia en el tratamiento de pacientes africanos, sin embargo, los Krynens han repudiado sus primeras impresiones y ahora dicen que no hay plaga de SIDA en Kagera. Cerca del 13,5% de la población local registró positivo en los tests estandarizados para los anticuerpos del VIH, aunque los Krynens creen que muchas cosas, además del VIH, pueden causar un resultado positivo del test. Se dan las mismas enfermedades en personas que testan negativos y en aquellas que testan positivos y los miembros de ambos grupos responden igualmente al tratamiento. El testimonio de los Krynens implica, por tanto, no simplemente que la extensión del SIDA africano ha sido exagerada, sino que el virus culpado de la causación de la no-epidemia es inocente.

Philipe Krynen declaró en el Sunday Times: «No hay SIDA. Es algo que ha sido inventado. No hay bases epidemiológicas para ello. No existe para nosotros». Informa que los supuestos huérfanos del SIDA» no son nada de eso, sino niños abandonados o dejados con sus abuelos por padres que se mudan. Los responsables oficiales atribuyen al SIDA muertes por todo tipo de causas porque ello maximiza la entrada de ayuda exterior.

Hasta ahora, el Washington Post no ha hecho eco del cambio de opinión de los Krynens. El New York Times rompió, sin embargo, el silencio, informando brevemente de la agitación que las historias del Sunday Times habían creado en Inglaterra. Nature, la más prestigiosa revista científica británica, estaba indignada de que un periódico pudiera cambiar tan directamente el contundente peso de la opinión científica y oficial. Su editor, John Maddox, hizo votos de que en lo sucesivo su revista vigilaría la «desequilibrada» cobertura del Sunday Times sobre el tema del SIDA y, presumiblemente, refutar las falsedades de Hodkingson. Esto puede no resultar sencillo. El principal objeto del establishment científico británico contra el Sunday Times es con mucho un estudio no publicado, desvelado por el prestigioso Medical Research Council en una conferencia de prensa, en junio de 1993. El estudio del MRC dice que los campesinos de Uganda que testan VIH-positivo tienen una tasa de muerte mucho mayor que el resto de la población. Esto puede sonar impresionante, pero Hodgkinson estaba en la conferencia de prensa y preguntó si los campesinos estaban muriendo de SIDA. La respuesta fue algo semejante a «no exactamente». De hecho, de 64 muertes utilizadas por el MCR para probar la existencia de una epidemia, sólo 5 fueron diagnosticadas como causadas por SIDA.

Si éste fuera como otros temas, la prensa habría dirigido algunas duras preguntas al establishment investigador que pretende haber probado la existencia de una vasta pandemia de SIDA por el anuncio de la existencia de un estudio no publicado, documentando muertes por causas distintas al SIDA. Cuando se trata del SIDA, sin embargo, la mayoría de los reporteros relegan las declaraciones oficiales del escepticismo a la excentricidad. El New York Times contaba la historia como si fuera una comedia sobre «la tradición británica del periodismo partidista». Otro periódico de Londres, el Independent, pregonó el estudio del MRC como una «evidencia concluyente» de que la versión oficial de la pandemia africana de SIDA era cierta.

Sin embargo, esta reacción no fue universal. Un ensayo cuidadosamente equilibrado de Simon Jenkins en el Times, un diario londinense que es editorialmente independiente del Sunday Times, otorgaba muchos más puntos a los disidentes que al establishment.

Jenckins criticaba al Sunday Times por «ir más allá del exceso», respondiendo al editorial de Nature con un titular sensacionalista proclamando «Por qué no seremos silenciados». Jenkins tambiñen notó, sin embargo, que no se había probado una conexión causal entre el VIH y el SIDA, que los casos británicos de SIDA han sido, con diferencia, mucho menores de los predichos y mayormente confinados a los homosexuales y adictos a las drogas y que, actualmente, «el eslabón entre el VIH y el SIDA esá, como mínimo, siendo más ampliamente cuestionado». Piensa que el menosprecio hacia el principal de los escépticos americanos, el Dr. Peter H. Duesberg, implica una negación del método científico y que el Sunday Times hacía lo correcto al otorgar espacio para estos argumentos. Jenkins concluía que es posible que las inmensas sumas asignadas a la investigación del SIDA hayan creado un «profesionalismo de la corrupción monetaria».

El Guardián, un diario liberal, fue directo al corazón político de la cuestión. Mientras reconocía que el Sunday Times ha provocado «un debate necesario». El reportero de El Guardián expresó recelos sobre publicitar el hecho indiscutible de que el SIDA no se ha extendido entre la población heterosexual y en los no consumidores de drogas, como fue predicho hace unos pocos años. Hodgkinson realmente había escrito que «el síndrome ha permanecido en gran parte confinado a los «desaventajados socialmente», tales como homosexuales, consumidores de drogas, los pobres y personas de bajo nivel de instrucción». Como resultado, dice El Guardián, «los críticos acusan al artículo de revivir la visión de que el SIDA no afecta a heterosexuales normales con tipos de vida higiénicos, lo que reabre el camino para estigmatizar a aquellos que padecen la enfermedad».

Esta visión revivida puede ser políticamente incorrecta, pero es también precisamente la que concluyó el autorizado U.S. National Research Council, en un informe de 1992, titulado «El impacto social del SIDA» en los Estados Unidos. El NRC observó que «la convergencia de evidencias muestra que la epidemia del VIH/SIDA está colonizando grupos espaciados y socialmente aislados y, posiblemente, convirtiéndose en endémica dentro de ellos. Los eruditos autores se lamentaban de cómo el público en general podía ser inducido a proporcionar vastos recursos para combatir un síndrome que afecta sólo a grupos socialmente marginados en ciertas localidades.

No hay motivo de ansiedad, por tanto, a este respecto. Las organizaciones americanas del SIDA se enfrentaron al cambio continuado, proclamando que «todos estamos en riesgo», remitiéndose a las cuestionables estadísticas de África para fomentar la impresión de que el SIDA constituye un riesgo importante y creciente para las vidas de los heterosexuales que no consumen drogas.

En el famoso cuento de Sherlock Holmes, Silver Blaze, el perro que debía estar guardando el establo no hizo ningún ruido la noche en que el caballo fue robado. El perro que no ladró, en el cuento del SIDA, son los medios de comunicación americanos.

El programa de la BBC, Day One, ha cambiado la teoría del VIH y del SIDA y del uso del controvertido medicamento AZT y ha habido ocasionales páginas de apertura o cierre con disidentes que cambiaban uno u otro aspecto de la posición oficial, pero las noticias de los principales diarios y televisión casi siempre han tomado como un hecho las consideraciones ofrecidas por los representantes de los Centros de Control de la Enfermedad federales y los Institutos Nacionales de la Salud. Hay un agudo contraste entre el modo crédulo en que los medios cubren a esas agencias biomédicas y el escepticismo que han aprendido a mostrar hacia las declaraciones del Pentágono o de la Casa Blanca.

Hasta cierto punto, no es sorprendente. Una cohorte de eminentes científicos ha dicho a los reporteros que cubren la historia del SIDA que no hay absolutamente ninguna duda de que el mundo está amenazado por una plaga catastrófica de SIDA, causada por el VIH, y que cuestionar este hecho es tan racional como pensar que la Tierra es plana.

Mas aún, las autoridades dicen a los medios que gran parte del público quiere creer que el SIDA es una «plaga gay» o, de alguna forma, que no pone en peligro a la clase media heterosexual que no sea adicta a las drogas. Parecen pensar los oficiales que para prevenir a estos probables escapistas de culpabilizar y discriminar a las víctimas del SIDA e impedir una situación catastrófica que pusiera peor las cosas, el público debe ser advertido constantemente de que el SIDA le puede afectar a cualquiera. Si la plaga heterosexual predicha no se ha materializado realmente en su plazo, no tendría sentido mantenerla con nosotros mucho tiempo, especialmente si bajamos la guardia. Después de todo, ¡miren lo que está pasando en África!, lo que me lleva de nuevo al punto original. ¿Qué pasa realmente en África? y ¿por qué los medios de comunicación americanos no están intentando realmente averiguarlo?.

Los medios de comunicación tienen la obligación de ser responsables, sin duda, pero su primera responsabilidad es contar al público lo que está sucediendo realmente y relegar las declaraciones oficiales a un saludable escepticismo. Los investigadores del SIDA son completamente honestos y dedicados, pero también lo eran los oficiales militares que hicieron aseveraciones incorrectas sobre la situación política y militar del Vietnam. Los reporteros atacaron fuertemente a los generales, informando sobre sus dudas acerca de las pretensiones oficiales sobre recuentos de cuerpos y medidas de seguridad, y quizás dichos informes contribuyeron a disminuir el apoyo a la guerra, pero las dudas se forman al estar bien fundadas. Pocos dirían ahora que los medios de comunicación deberían haber ocultado la verdad.

AIDSgate de Ronald Reagan.Que los disidentes del SIDA estén comenzando a tener audiencia en los medios de comunicación, al menos en Gran Bretaña, resulta directamente de los contratiempos científicos que está encontrando la investigación del SIDA. Cuando el descubrimiento del «VIH, el virus que causa el SIDA», fue anunciado por los oficiales de la administración Reagan y por Robert Gallo, hace casi una década, los científicos asumieron que pronto podrían aprender cómo el virus dañaba el sistema inmune humano y cómo prevenir o curar el daño. Si esta promesa se hubiera cumplido, no habría escépticos del SIDA hoy. Despues de diez años y billones de dólares, sin embargo, los científicos todavía no saben cómo el VIH causa el SIDA y no hay una respuesta a la vista.

En una ocasión, Gallo aseguró que el VIH destruye el sistema inmunológico atacando directamente y destruyendo sus cruciales células T. La evidencia de ésto es difícil de encontrar, especialmente desde que se sabe que el VIH infecta sólo una fracción de las células, que se supone va a matar. Como resultado, Gallo y otros investigadores están especulando sobre varios mecanismos indirectos de causación, incluyendo la posibilidad de que el VIH pueda de alguna forma estimular el sistema inmunológico para destruirse a sí mismo.

Robert Gallo.En una conferencia, en verano de 1993, Gallo sugirió que el VIH puede ser capaz de causar SIDA incluso después de que el virus desapareciera del cuerpo. En sus palabras, «el mimetismo molecular por el que el VIH imita a los componentes del sistema inmunitario establece una cadena que es capaz de proceder incluso en la ausencia del virus completo».

Si se puede testar y establecer tal mecanismo, podría ser uno de los mayores triunfos de la medicina. En la otra mano, cuando las teorías se mantienen complicándose sin aproximarse a la solución, puede ser un signo de que algo no funciona en la aproximación global.

Maddox, de Nature, expone muy bien el tema básico. En su editorial, atacando el Sunday Times, Maddox predijo que el periódico podría no estar afectado por su criticismo al principio, «pero podría ser otra cuestión cuando se conzca más de la patogénesis del SIDA en personas infectadas con VIH. Lo que puede no estar muy lejos. ¿Qué hará entonces el Sunday Times?».

Si los científicos del SIDA prueban la teoría del VIH y preparan el terreno para una vacuna o cura encontrando el mecanismo, tendrán de hecho buenas razones para congratularse mutuamente y los disidentes serán desacreditados. Pero no es ésta la única posibilidad. Quizás, el fracaso en encontrar el mecanismo persistirá año tras año y los millones de muertes de SIDA predichos no se materializarán. ¿Qué harán entonces los reporteros y editores que ignoraron los signos de advertencia?. 


Philip E. Johnson es uno de los firmantes de «Rethinking Aids». Hemos traducido en el número 33-34 un trabajo suyo anteriormente. 
Contacto: Philip E. Johnson. School of Law (Boalt Hall) Berkeley, California. 94720-2499. Fax: 510. 643-6171. Teléfono: 510. 642-5370. USA.

Artículo publicado en el número 36 de la revista «Medicina Holística». Edita: Asociación de Medicinas Complementarias (A.M.C.)


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