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Integral. Número 125. Mayo de 1990.

Biotopías (y V). La reproducción artificial en el ser humano.
Octavi Piluats.Octavi Piulats.

Mientras el lector se halle enfrascado en este artículo, quizá en algún laboratorio oculto de Centroeuropa un científico de la estirpe del Doctor Mabuse trata de transferir material hereditario de un antropoide a un embrión humano, buscando obtener un híbrido tras la reimplantación del embrión en una madre alquilada. La biotecnología de la reproducción permite ya que esto sea teóricamente posible; nos encontramos en una situación bastante parecida a la que Aldous Huxley describió en Un Mundo Feliz, cuando presentaba un futuro donde la reproducción humana no estaría en manos de los padres, sino del Estado y de la Ciencia. Nuestra época puede hacer pronto realidad el deseo del argonauta Jasón, quien hace dos mil quinientos años, enfurecido contra Medea, clamó a Zeus para que algún día los hombres no dependiesen de las mujeres para tener hijos. En este artículo, último de la serie Biotopías, desvelamos lo que la prensa convencional y del corazón no ha contado sobre la famosa fertilización in vitro, hablamos del tráfico de embriones entre el Primer y el Tercer Mundo, y comentamos algunos tratamientos alternativos de obtención de la fertilidad. Por Octavi Piulats.

Los bebés probeta.

En el origen, antes de la mujer, hallamos la vaca. A mediados de los años setenta, las técnicas de reproducción artificial y sobre todo la fertilización in vitro eran rutinarias en las explotaciones vacunas más modernas de Europa. Fue entonces cuando ginecólogos avispados comprendieron las enormes posibilidades de aquellos métodos y pidieron a los especialistas del sector que les enseñasen cómo hacer aquellos «milagros». este fue el caso, por ejemplo, del doctor francés Jacques Testart, que enseñó a los ginecólogos franceses cómo lo que él hacía con las vacas podía llevarse a cabo también con las mujeres con problemas de fertilidad; hoy, curiosamente, Testart se ha convertido en uno de los más acérrimos críticos de las técnicas de reproducción artificial.

En julio de 1978 nació en Gran Bretaña el primer bebé probeta: Louise Brown, gracias a una complicada cesárea aplicada sobre su madre Lesley. Los padres habían sufrido mil peripecias para conseguir aquel embarazo, y como cuenta Lesley, debido a los intensos dolores del tratamiento y a las pédidas de sangre que éste originaba, estuvieron varias veces a punto de dejarlo. Los autores de la «hazaña» científica fueron los doctores Robert Edwards y Patrik Steptoe, que meses antes habían extraído de una punción un óvulo de Lesley y lo habían inseminado con esperma de John Brown en una probeta. Dos días después de la fecundación, el embrión volvió a ser implantado en la matriz de la señora Brown, y para sorpresa de los doctores y del personal de la clínica permaneció allí y fue creciendo y evolucionando hasta convertirse nueve meses más tarde en Louise Brown. Inmediatamente después del nacimiento de Louise la prensa británica elevó a ambos doctores al estrellato y las nuevas técnicas de fertilización in vitro se entronizaron como la solución perfecta ante la infertilidad femenina. Lo que los medios de comunicación no explicaron entonces fue que el equipo Edwards-Streptoe había aplicado la misma técnica simultáneamente a 78 mujeres sin obtener resultados positivos.

Tras el primer bebé probeta, como ya es habitual en las nuevas tecnologías, los acontecimientos se precipitaron:

Como es fácil observar, la fertilización in vitro ha desbordado la relación matrimonial para crear relaciones triangulares de complicada solución jurídica. Dado que algunas mujeres generan óvulos pero no pueden tener hijos, ha surgido la madre alquilada o temporal, que gesta al bebé sin ser su madre; lo mismo puede decirse del padre en el caso del esperma. Hoy, a principios de los noventa, la fertilización in vitro (FIV) se ha convertido en una rutina tecnológica en la mayoría de los hospitales del mundo. Ya han nacido unos 4.000 niños probeta, con una alta proporción de mellizos, trillizos y cuatrillizos. Pero estas cifras no deben de hacernos olvidar el bajo porcentaje de éxitos que ofrece esta tecnología. Recordemos que las mujeres que han conseguido dar a luz estos niños, constituyen solamente entre el 10 y el 15% de las que lo han intentado; es decir, el 85% de las mujeres que en los últimos diez años se han sometido a la FIV no han obtenido resultados.

Riesgos de la fertilización in vitro.

Cuando una mujer pregunta los riesgos de un embarazo a través de la FIV, los expertos suelen indicar que los problemas no difieren mucho de los que pueden aparecer en un embarazo normal (aborto, dolores, cesárea, etc.). Pero vale la pena saber con exactitud cuál es esta diferencia; veamos pues a continuación los riesgos reales de los embarazos con la FIV.

Para empezar, existen una serie de riesgos psicológicos. La mujer que acepta tener hijos por la fertilización en vitro se adentra en algo mucho más complicado y difícil que un embarazo normal: tiene que soportar diversos análisis, tomas de medicamentos, punciones, pequeñas operaciones previas y a menudo cesáreas si llega al parto. La aplicación de esta tecnología sobre el cuerpo de la mujer, la dedicación y esfuerzo que implica seguir un embarazo de este tipo y finalmente las desilusiones que sobrevienen por la inutilidad de las cuitas, suelen producir importantes trastornos psíquicos en las mujeres, hasta el punto de que en diversos países europeos se han creado grupos terapéuticos para apoyar a las personas afectadas psíquicamente por estos traumas.

En segundo lugar tenemos toda una serie de graves riesgos físicos. Éstos se inician con la extracción de los óvulos, con una intervención llamada laparoscopia, en la que se utiliza anestesia, y que ha producido ya varias víctimas mortales.

Otro grave riesgo de la FIV proviene del tratamiento hormonal a que se someten las mujeres que aceptan iniciar un embarazo de este tipo. Para que exista suficiente probabilidad de fecundar, las mujeres que inician el proceso son superovuladas; es decir, se fuerza a su aparato reproductor, por medio de un preparado inyectable, a que produzca en gran cantidad óvulos reproductores. Los síntomas clásicos que sufre la mujer bajo este tratamiento son: oleadas de calor, sofocaciones, problemas visuales, nerviosismo, ansiedad, depresiones, insomnio y jaquecas.

Pero el gran problema de hiperestimular la ovulación reside en la potencialidad cancerígena del preparado que se utiliza. En el Journal of in Vitro Fertilization and Embryo Transfer, se indicaba en 1987 el caso de una mujer de Bristol que tras el tratamiento hormonal desarrolló rápidamente cáncer de matriz y vejiga. La sustancia empleada se denomina Clomifeno, y en la polémica actual sobre su potencial poder cancerígeno se suele señalar que posee un gran parecido estructural con una sustancia de probado poder cancerígeno como es el DEB (Dietilestilbestrol). Este preparado se administró en Europa en los años sesenta y principios de los setenta a muchas mujeres embarazadas en las que se temía un aborto espontáneo o un nacimiento prematuro; se afirmaba que el DEB impedía estas complicaciones. Casos y estadísticas posteriores1, demostraron que en las mujeres tratadas con el DEB existía un alto riesgo de contraer cáncer de mama y de matriz. Además, una parte considerable de los hijos de estas mujeres mostraron una incidencia significativa de infertilidad; en las niñas esto se agravaba, ya que en un número elevado de ellas se daba una relación significativa de cánceres de útero y vagina al llegar a la pubertad.

El uso de la cesárea en los embarazos generados por la FIV es otro de los riesgos a mencionar. Datos actuales2 señalan que en torno al 50% de las mujeres que con esta técnica llegan al parto necesitan cesárea para dar a luz. Recordemos por otro lado que la cesárea continúa siendo -a pesar de los avances técnicos- una intervención arriesgada: de acuerdo con los ginecólogos, la aplicación de la cesárea eleva el reisgo de muerte en el parto cuatro veces por encima de lo que es de esperar en un embarazo normal.

Resumiendo: los riesgos tanto psíquicos como físicos a los que se expone toda mujer que acepta las técnicas de reproducción artificial no son similares a los riesgos que tendría en un embarazo normal, incluyendo sus complicaciones. Cesáreas, abortos, hemorragias, etc., pueden presentarse también en los embarazos normales, pero con mucha menor incidencia; por otro lado, en ningún embarazo normal se superovula con sustancias sospechosas de producir cáncer. Por tanto los riesgos de la fertilización in vitro son bastante más elevados que los de un embarazo normal.

Reproducción y manipulación genética.

Durante la FIV los científicos trabajan con varios óvulos, de forma que tras los embarazos a menudo quedan algunos embriones que generalmente son congelados para su conservación. Los padres, jurídicamente los propietarios de estos embriones, suelen donarlos al equipo de investigación «en bien de la ciencia». En cuanto los embriones quedan en poder de los investigadores médicos, se abre la puerta entre las técnicas de reproducción y las técnicas de manipulación genética.

Es un hecho comprobado que los embriones humanos pueden crecer en una probeta hasta nueve y diez días. Dentro del cristal se los puede fusionar, por ejemplo, con células procedentes de un tumor y acelerar la formación de nuevos tejidos. Un proceso rutinario es cultivar tejido de la médula ósea in vitro, y transferir a este cultivo tejido embrional; estos tejidos serán luego un material de primera clase para la medicina de los transplantes. Recordemos por ejemplo al famoso especialista en medicina nuclear Robert Gale, que en mayo de 1986 transplantó células productoras de médula ósea provinientes de fetos a seis víctimas soviéticas del accidente de Chernobyl; en este caso todos los pacientes fallecieron. No obstante, en la actualidad llegan noticias de hospitales de Estados Unidos y Méjico, que indican que a través del transplante de tejido fetal a enfermos de diabetes, Parkinson, Alzheimer, e incluso leucemia, estas graves enfermedades pueden detenerse o mejorar globalmente. Lo cierto es que, también en 1986, médicos mejicanos implantaron a dos pacientes de Parkinson tejido fetal cerebral y suprarenal con bastante éxito. En Estados Unidos se han transplantado también hasta ahora células fetales y de páncreas a quince enfermos graves de diabetes.

Con la posesión de embriones humanos en los centros de investigación, además de poder formar un interesante banco de producción de tejidos para la costosa y sofisticada medicina de los transplantes, los investigadores que estrictamente se dedican a la biotecnología tienen también gran cantidad de materia prima a su disposición. Esto puede llevar a la transferencia de material hereditario de animales a embriones humanos, es decir conducirnos hacia la posibilidad teórica de los hombres cibernéticos y los centauros. Recientemente la prensa italiana y española ha informado sobre un programa de investigación secreto realizado en Suiza y el norte de Italia, cuyo objetivo es introducir material genético procedente de monos antropoides en un embrión humano y conseguir así seres híbridos de gran fuerza física y que estarían en la frontera de ambas especies. Existen también indicios de que el ejército de Estados Unidos promociona alguno de estos proyectos; por lo que no puede descartarse que antes de que entremos en el próximo milenio la opinión pública mundial se encuentre con alguna desagradable sorpresa en este terreno.

Bebés anencéfalos como bancos de órganos.

Próxima a las técnicas de fertilización in vitro y manipulación genética existe una tercera variante que no es ciencia ficción sino cotidiana realidad. Se trata del empleo de los bebés que nacen sin cerebro (anencéfalos) como bancos de órganos para la medicina de los transplantes -uno de los capítulos más oscuros y deprimentes de la medicina actual-.

En Alemania Federal, por ejemplo, nacen aproximadamente en torno a unos 500 bebés al año sin cerebro superior pero con cerebelo, con lo que tras el parto de hecho pueden vivir algún tiempo de forma vegetal. Estos bebés son en medicina de los transplantes un formidable banco de órganos de alta calidad para enfermos terminales. Los órganos de bebés y niños tienen una mejor potencia biológica para el transplante, ya que se hallan en constante crecimiento y autorregeneración. Algunos equipos médicos ya han comenzado a especular con el gran abanico de posibilidades científicas que implican estos bebés; recientemente en California, por ejemplo, cuando a una mujer llamada Brenda Winner le comunicaron que su bebé nacería con esta grave deformación, en vez de abortar terminó su embarazo para que el niño fuese luego empleado como banco viviente de órganos para transplante. Empiezan a ser frecuentes este tipo de casos, a cambio de remuneración económica. También en Estados Unidos algunas mujeres con un familiar enfermo del corazón o del riñón han aceptado una fecundación in vitro con el esperma de este mismo familiar (lo cual disminuye mucho el rechazo del órgano transplantado); se reimplanta el óvulo fecundado en la matriz, y dos meses más trade abortan voluntariamente para traspasar el tejido hepático o renal del feto al familiar enfermo.

Crítica a la fertilización in vitro.

Toda crítica a las técnicas de reproducción artificial debe empezar por preguntarse las causas de la infertilidad humana. Es un hecho estadístico que la infertilidad de las parejas en los países industrializados va en aumento; por ejemplo, en Alemania Federal, sabemos que en los últimos 20 años se ha pasado de un 7% de padres que no podían tener hijos a un 15%. De acuerdo con Carl Schirren3, las causas fundamentales de la infertilidad humana, aparte de la herencia y las malformaciones orgánicas, son psico-sociales, dietéticas, medioambientales, y relacionadas con las radiaciones ionizantes y al contaminación química. Estos factores que dependen del modo de vida y producción de la sociedad, pero la medicina moderna no se preocupa de elaborar programas preventivos contra esta infertilidad, y se limita simplemente a efectuar reparaciones.

Por otra parte, el hecho que las técnicas de reproducción se hayan extendido tan rápidamente, también tiene que ver con la unión de Conocimiento y Poder que éstas implican para la clase investigadora médica. Resulta muy rentable combatir de forma sintomática la infertilidad a través de sofisticadas y complicadas técnicas cuyo conocimiento ellos monopolizan. Además, como ya hemos indicado, la fertilización in vitro permite proveer de embriones a los investigadores de la manipulación genética; esto implica a su vez una nueva acumulación de poder y prestigio social de los centros médicos, que tienden cada día a ser más privatizados. En países como Estados Unidos, donde la medicina está sujeta a las leyes del mercado libre, esta convergencia entre técnicas de reproducción artificial y biotecnología, ofrece enormes potencialidades económicas.

Independientemente de los factores sociológicos y psicológicos, la fertilización in vitro ha de criticarse esencialmente por los riesgos de sus métodos y sus escasos resultados (menos de un tercio de éxitos). La conocida feminista Gena Corea4 señala en sus escritos contra la FIV que dichas técnicas tienen un carácter sadomasoquista y patriarcal, y que desde luego han sido desarrolladas por ginecólogos hombres para ser aplicadas a los cuerpos de la mujer, es decir, que los ginecólogos nunca hubieran desarrollado técnicas similares dirigidas a actuar sobre el cuerpo de los varones.

El hecho de que la sustancia Clomifeno pueda ser cancerígena a largo plazo y acarrear infertilidad a una parte considerable de la descendencia nos presenta una bonita paradoja: para obtener fecundidad se emplean sustancias químicas que precisamente producirán infertilidad en los descendientes.

Tráfico de embriones.

La conexión entre la FIV y la manipulación genética, así como su relación con la medicina de los transplantes, abre la puerta al tráfico y uso comercial de embriones. Ya en 1987 la revista Newsweek afirmaba la existencia de redes mafiosas internacionales dedicadas al tráfico de embriones procedentes de la FIV para transplantes, redes que estaban introducidas en los propios hospitales. Últimamente la prensa internacional ha publicado en repetidas ocasiones casos claros de tráfico de embriones; los estados más afectados parecen haber sido Egipto, Honduras y Costa Rica, donde se han descubierto grupos organizados que alquilaban madres para fecundación artificial en beneficio de centros médicos occidentales; los embriones de estas mujeres iban luego a Estados Unidos o a Europa para aplicar sus tejidos a enfermos de Parkinson o Alzheimer. Es decir, todo el sofisticado mundo de las tecnologías de reproducción artificial está ligado a una serie de patrones de dominio y tráfico de vida humana entre el Primer y el Tercer Mundo.

No nos ocuparemos aquí de un tema tan complejo com es la crítica a la medicina de los transplantes, pero no creemos que la fecundación in vitro, con su producción de embriones genéticamente próximos al enfermo, pueda justificarse por la incidencia mundial de los trasplantes. Los criterios de los trasplantes actuales también han de ser valorados desde la absoluta falta de programas de medicina preventiva para las enfermedades de la civilización, y sobre todo por los riesgos y los limitados resultados que estas técnicas consiguen.

Los medios de comunicación convencionales presentan prioritariamente los aspectos positivos de las tecnologías de reproducción artificial y de la manipulación genética. Es fundamental que la mujer que tiene problemas de fertilidad conozca realmente cuáles son también los aspectos negativos de estas tecnologías, de forma que su elección sea justificada. No obstante, para muchas mujeres que ven en los hijos su única vía de realización personal, es muy probable que a pesar de los riesgos se decidan por estas técnicas, ya que la clase médica las presenta, como ocurre con las otras nuevas tecnologías, como la única opción existente para superar nuestros problemas actuales. Esto, como veremos a continuación, es falso; medios de comunicación y clase médica se coaligan inconscientemente para ignorar la relación existente entre los problemas de fertilidad y nuestra forma de vida, olvidando que existen vías alternativas de tratamiento.

Como ya hemos apuntado en anteriores artículos, más allá de su uso positivo o negativo, las técnicas de manipulación genética corresponden a un modelo científico que no es neutro, sino que está vinculado con valores culturales profundos y presupone dominio, agresividad, centralización e incomprensión del fenómeno de la vida y la naturaleza. Con este modelo científico el hombre occidental actúa sobre la naturaleza con un interés miope a corto plazo, con una visión desligada de la solidaridad con la totalidad de lo viviente y confundiendo la parte con el todo. Por las experiencias que se han ido acumulando en otros campos científicos, podemos afirmar que esta forma de actuar, a largo plazo no solucionará el problema de la infertilidad, sino que creará más problemas de los que pretende solucionar.


1Dokumentation der Feministischen Anhörung zu Gen und Fortpflanzungstechnologien, GRAEL, Bruselas, 1986.
2«Wie Babie zur Konsumwaten werden», Natur, 4, 1988, Munich.
3«Infértiles por la industria», Integral número 117.
4Gena Corea, Mothermachine, Nueva York, 1987.
Alternativas a la reproducción artificial.

El tratamiento de la infertilidad no es ni mucho menos monopolio de la medicina oficial; grandes tradiciones médicas como la medicina tradicional china, la homeopatía y la medicina antroposófica tienen sus métodos y sus terapias para afrontar el problema. Aquí expondremos prioritariamente el tratamiento de la medicina naturista, dado que el naturismo en el Estado español realizó importantes contribuciones en este campo.

Se considera generalmente a Luis Kuhne como el iniciador, en el naturismo científico, del tratamiento de la infertilidad de las parejas y específicamente de la mujer. Kuhne indicó que una parte muy importante de infertilidad femenina se explica por la acumulación de recargos o sustancias tóxicas en las zonas de los órganos reproductores, y por transtornos hormonales relacionados con una insuficiente eliminación de toxinas. A partir de aquí Kuhne ideó una dieta específica y un sistema de hidroterapia, dirigido a estimular la fisiología de los órganos reproductores femeninos y a que éstos recuperasen su potencia biológica tras un período de eliminación de sustancias tóxicas acumuladas con el paso de los años1. El éxito de este tratamiento entre las mujeres de la burguesía de Dresde, Leizpig y Berlín a principios de siglo se halla atestiguado con profusa documentación.

En el Estado español fue el conocido médico naturista Doctor V. L. Ferrándiz quien, partiendo de la terapia Kuhne, diseñó en los años cuarenta un tratamiento naturista contra la infertilidad femenina. El Doctor Ferrándiz combinaba una dieta rica en frutas y verduras con una gimnasia específica y un sistema hidroterápico que mejoraba en algunos aspectos el enfoque de Kuhne; además Ferrándiz fue uno de los introductores en el Estado español de terapias de apoyo contra la infertilidad como el masaje rino-bulbar (intranasal), que estimulaba la actividad endocrina hacia los órganos reproductores de la mujer. Dicho masaje había sido descubierto por el Doctor H. Löbbel2, ornitólogo de Münster (Alemania), y se basaba en la estrecha relación existente entre los órganos intranasales y los órganos sexuales y reproductores, formulando la hipótesis de que la mayoría de las deficiencias sexuales están relacionadas con la acción endocrino-simpática. De acuerdo con declaraciones de las mujeres tratadas, sabemos que la cuota de éxitos del Doctor Ferrándiz era muy alta; él afrimaba que podía solucionar los problemas de fertilidad de cerca del 80% de las parejas que acudían a su consultorio. Lo cierto es que en la Barcelona de los cincuenta era de dominio público que las mujeres de la alta burguesía, desengañadas del tratamiento convencional contra la infertilidad, abandonaban centros prestigiosos y se ponían en tratamiento con los métodos de Ferrándiz, que muy a menudo conducían al éxito.

En la actualidad, en los centros naturistas de Alemania Federal, como el equipo que dirije el Doctor Brucker, el tratamiento naturista contra la infertilidad de los cónyuges y específicamente de la mujer es el siguiente:

  1. Diagnóstico: Se analizan las posibles causas de infertilidad de la pareja. Una vez descartados factores hereditarios, graves deficiencias orgánicas o problemas psíquicos, se presta especial atención a la actividad laboral de la pareja; si están expuestos a sustancias químicas que potencian la infertilidad, como ocurre con los campesinos (pesticidas) o trabajadores de la industria química (disolventes), o si trabajan cerca de instalaciones de radiaciones ionizantes (radiólogos, personal nuclear, etc.), antes del tratamiento propiamente dicho se realiza un período de desintoxicación a través de estancias en balnearios y cambios dietéticos, a fin de conseguir cierta eliminación de las toxinas acumuladas.
  2. Tratamiento: La pareja, y especialmente la mujer, sigue una dieta consistente en un 80% de alimentos crudos, en la que predominan las frutas y verduras, a fin de regular el sistema endocrino. Aparte del gran aporte de sales minerales y vitaminas que conlleva una dieta de este tipo, otro aspecto dietético fundamental es la toma de vitamina E (también conocida como vitamina de la reproducción) por su efecto vigorizante sobre los órganos reproductores, que puede tomarse en forma natural o como trocoferol. Al mismo tiempo se apoya la eliminación de sustancias tóxicas mediante fisioterapia. Básicamente se aplican baños de asiento de Kuhne y aplicaciones directas de chorros de vapor sobre el sacro y el bajo vientre. También se acostumbra a practicar un masaje específico para vascularizar las regiones lumbares, y se practica algún masaje de apoyo como el de tipo Löbbel. Este tratamiento, que se prolonga entre seis meses y un año, se complementa con ejercicios gimnásticos o yoga y sesiones de entrenamiento autógeno.
En suma, la terapia naturista implica un cambio en los hábitos y una reflexión sobre las causas profundas de la infertilidad. Busca esencialmente desbloquear los elementos que impiden el correcto funcionamiento de los órganos reproductores, a través de una regeneración global de todo el organismo, y en ningún momento conlleva tecnologías violentas ni riesgos graves para la mujer que la sigue. Cuando la causa de la infertilidad no es hereditaria o debida a graves malformaciones orgánicas, existen elevadas posibilidades de superarla. Si no, siempre cabe la posibilidad de adoptar un niño. Por encima de todo, la terapia naturista actúa sin violentar los límites y defensas que la naturaleza ha puesto en torno al aparato reproductor humano.

1Luis Kuhne, La Nueva Ciencia de Curar, Editorial Kier, Buenos Aires, 1975.
2Doctor V. L. Ferrándiz, Sexualidad y Matrimonio, Barcelona, 1975.

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