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6. Conclusión.

África es un continente sagrado y maravilloso al que debemos sentirnos orgullosos de pertenecer: ha sido la probable cuna de la Humanidad, y podrá ser su esperanza de futuro si sabemos preservar su autenticidad y diversidad biológica y cultural.

Lo cierto es que nuestros males más temibles y humanamente evitables han provenido tradicionalmente del «astuto hombre blanco del norte», que ha depredado y explotado sin piedad a sus hermanos negros del sur. Ésta es la dura verdad y en ocasiones conviene recordarlo, como está en la que la influencia de las Multinacionales farmacéuticas sobre nuestros gobiernos está a punto de perpetrar un nuevo acto de agresión contra nuestras ancestrales Etno-Medicinas y Fitoterapias. Ellas y nuestros «curanderos» no deben estar acomplejados frente a esa «ciencia» y «técnica» modernas que nos vende a veces algunos caros y pequeños extintores... tras provocar un gigantesco e incontrolable incendio en todo el planeta.

Está bien que los países ricos intenten dar el 0,7% de sus beneficios para ayuda a países pobres, pero hay algo mejor que se puede hacer: no hemos de permitir que los recursos de los países más pobres como es el nuestro sigan extrayéndose y vayan a parar, como siempre, a manos de Multinacionales de países ricos, aunque después, con un poco de suerte, nos devuelvan el 0,7%.

Los países del Tercer Mundo hemos de mantener nuestra propia riqueza en nuestro propio beneficio y no en el de terceros y hemos de ser nosotros quienes lo hagamos. Las ONG más conscientes que están en nuestro suelo deberían reaccionar ante ello, pero hemos de ser principalmente los países africanos quienes defendamos nuestra admirable riqueza fitosanitaria, y esa defensa debe hacerse precisamente... ahora.

Al igual que Moises en tiempos de la progresiva coerción estatal de los egipcios contra los judíos, debemos hoy en dia decir: «Dejad curarse a mi pueblo... con la madre Naturaleza que Dios puso a su disposición».


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