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5.2.3. Sólo después de ser... abrámonos a lo distinto.

5.2.3.1. Las diversas medicinas deben complementarse y competir no excluyentemente.

Las distintas «medicinas» coinciden en muchas cosas (al menos en la finalidad de salud), pero es obvio que también se diferencian en muchas otras, pues si no no serían distintas. Esto es inevitable, pues cada medicina refleja las diferentes características raciales, geo-climáticas, ecológicas y de tradición cultural de los distintos pueblos de la Tierra y, por ello mismo, cada medicina probablemente se haya fijado y profundizado en aspectos en los que otras no haya recabado, o haya profundizado menos. Y esto, de por si, no es malo pues, siguiendo el modelo liberal que tanto alaban los nord-occidentales, es bueno que lo diferente concurra en libre competencia con lo diferente, a fin de que se haga la luz y de que cada cual elija lo más conveniente (que puede variar en cada caso).

Cada medicina posiblemente contenga aspectos de verdad en lo que afirma e incluye y probablemente contenga aspectos de error en lo que niega y excluye: por eso mismo deben competir, coaligarse y complementarse libremente. En un siglo en que las comunicaciones han convertido a nuestro planeta en una aldea global, no hay lugar para actitudes de prepotencia y de exclusión. La Tecno-Medicina no debe olvidar que sólo es eso: una medicina entre otras, una competidora mas que, si quiere (y la quieren), puede coaligarse complementariamente con otras, en el noble y difícil objetivo de proteger, curar o paliar de forma concreta a un individuo concreto.

La interrelación de las medicinas, es una alternativa que ha probado ser de alta eficacia y de bajo costo en otras partes del mundo, principalmente en la China Popular, con el modelo de los médicos descalzos; y en la India con la suma de esfuerzos entre la medicina Ayurvédica y la moderna, sólo por dar dos ejemplos.

Los organismos gubernamentales de salud y los no gubernamentales tendrán que participar de la interrelación entre la medicina llamada «moderna» y las medicinas tradicionales, favoreciendo la libre concurrencia y crítica, sin tomar partido (a pesar del inmenso poder mediático, prestigiador y económico de las Multinacionales farmacéuticas) y sin consentir el avasallamiento de una por la otra.

5.2.3.2. Hay que desarrollar una socio-epidemiología etno-médica respetuosa e incluyente.

En las planificaciones gubernamentales deberán tenerse en cuenta los diagnósticos pertinentes –epidemiológico, antropológico, socioeconómico, etc.- y los mecanismos de evaluación permanente que deberán incluir un sistema de vigilancia epidemiológica mixto. Deberán considerarse como centrales los criterios aportados por los propios sujetos de las acciones, a fin de garantizar la participación de la comunidad en las acciones de salud, la utilización óptima de todos los recursos destinados a las acciones que se emprendan y la realización de acciones acordes con la forma de concebir y vivir el mundo de los beneficiarios.

Consideramos que la investigación y participación comunitaria, puede constituirse en el eje a partir del cual se diseñen e instrumenten los diferentes modelos de interrelación de las medicinas. Y nos referimos a diferentes modelos, porque la realidad indígena no es homogénea, sino más bien constituye un mosaico conformado a partir de diferentes problemáticas.

Asimismo, consideramos que la investigación que apunte hacia la interrelación de las medicinas, debe de estar encaminada a:

Primero, documentar y estudiar aquellos aspectos de la concepción del mundo de los diferentes grupos indígenas, ligados al proceso salud-enfermedad, los conceptos que tienen en torno al proceso salud/enfermedad/atención; así como las características de esas medicinas, y dentro de éstas como se dan los procesos de formación, iniciación y de trabajo de sus practicantes.

Una segunda, tendiente a sistematizar los saberes propiamente médicos: prácticas que se realizan para la prevención de eventos que pueden alterar la armonía que las comunidades y los individuos conciben para sí; la nosología y epidemiología que corresponde a las enfermedades y síndromes con filiación cultural, así como la materia y rituales empleados en las estrategias terapéuticas empleadas para intentar dar término a dichos procesos morbosos.

Y una tercera, encaminada a medir el impacto epidemiológico de estas prácticas y la instrumentación de un sistema de vigilancia epidemiológica aplicable al perfil patológico explicitado en las Etno-medicinas.

5.2.3.3. En el Tercer Mundo, la prioridad es siempre etnomédica.

En los países que sufrieron la colonización europea y que no han sido demasiado destruídos culturalmente, coexisten en la actualidad las Etno-Medicinas autóctonas (con cierto grado de degradación y ocultamiento y, en ocasiones, de clandestinización) con la Tecno-Medicina aportada por los colonizadores. Los jóvenes de estos países que se forman y trabajan en el área de la salud viven estos dos mundos y saberes que, de por si deben ser complementarios, pero que frecuentemente se viven como disjuntos y contradictorios, por no decir esquizofrénicamente.

El personal de los servicios estatales del Tercer Mundo parece estar dividido entre dos identidades contradictorias, una social y otra profesional. Su identidad social básica se basa en prácticas y saberes tradicionales transmitidos por su medio social desde su infancia. Ahora bien, en la formación profesional, esta identidad social no se toma en cuenta prácticamente nunca, a no ser para presentar la sabiduría tradicional como «superstición», residuos vergonzosos del pasado, etc. La separación entre los dos «saberes» mantenidos herméticamente aislados por la institución médica pro-occidental es probablemente la causa principal de las dificultades de comunicación entre médicos y enfermos, así como de gran parte de los fracasos.

Ante la dificultad de integrar estas dos formas de ver el mundo, que no obstante son complementarias, muchos profesionales sanitarios dejan al margen una de las dos, según el contexto: ante un paciente, adoptarán la actitud de distanciamiento adquirida en su carrera tecno-médica, dispuesta a denigrar las prácticas tradicionales; mientras que en otras situaciones, fuera del ámbito profesional, incluso recurren a ellas para ellos mismos o para su familia.

Para evitar caer en esta esquizofrenia cultural, deben tenerse muy claras las prioridades. Y, en el tercer mundo, la prioridad es siempre etnomédica; sin duda alguna. Porque antes de crecer, antes de abrirnos... ¡hemos de ser! (¿Que es lo que crecería y se abriría, si no?).

Estos conflicto de identidad no son insuperables. Pero superarlos supone no sólo reconocer la existencia de la sabiduría y remedios populares, sino además considerarlos como un recurso y no como un obstáculo; y, por lo tanto, protegerlos, en vez de atormentar a sus tradicionales presciptores y usuarios con requisitos enloquecedores y costosos. Desde este punto de vista, el servicio de salud debería complementar lo que la población autóctona misma puede realizar y proporcionar una ayuda (aceptable por convencimiento, y no por imposición) para aumentar la eficacia de las iniciativas de la población.

Es perfectamente posible tratar de aproximar estos dos tipos de saberes, aunque -por razones que cualquier antropólogo comprendería- la Tecno-Medicina debe subordinarse y complementar a la Etno-Medicinas y Fitoterapias, y no al revés; otro proceder es perturbar la eficacia de las Etno-Medicinas y Fitoterapias y asegurar el fracaso de la Tecno-Medicina.

He aquí un ejemplo de esta complementariedad tecno-médica, subordinada a la Etno-Medicina: con ocasión de una sesión de formación continua en Burkina Faso (todavía Alto Volta en esa época), un enfermero experimentado era el encargado de introducir un debate sobre el paludismo y los medios de controlarlo. Como había sentido la necesidad de aproximar sus conocimientos académicos a la sabiduría popular, empezó por citar los nombres que la población local daba a las diferentes manifestaciones de la enfermedad: «la rata grande de los niños», «la fiebre de los pantanos», «la fiebre traída por la estación de las lluvias», «la enfermedad provocada por el búho que vuela por encima de la casa» (las convulsiones), «los árboles que se mueven» (las alucinaciones)... A continuación, y sólo a continuación, con la ayuda del «libro», estableció las relaciones entre estos fenómenos y enseñó al personal en formación cómo los conocimientos biomédicos se correspondían con los problemas tal y como los definía la población.

Por supuesto, sería ilusorio querer traducir palabra por palabra los signos o enfermedades de un sistema nosológico al otro, dado que las culturas y cosmovisiones no son asimilables unos a otros, nada más que parcialmente. Los sistemas nosológicos tradicionales de la Etno-Medicinas son muchísimos más ricos en ciertos ámbitos, y el sistema biomédico de la Tecno-Medicina lo es en otros. Pero quién entiende y comprende, puede establecer los nexos y puentes, y beneficiarse de lo mejor de ambos mundos, saberes y prácticas.

Nuestros jovenes que se formen en sistemas de salud deben sentirse africanos y burkinabeses, en primer lugar: africanos burkinabeses que, en segundo lugar, se abren a los aspectos útiles de la tecno-medicina del hombre blanco. Deben encardinarse primero en su propio pueblo y cultura etno-medica, salvaguardándola, aprendiéndola, protegiéndola y ejerciéndola: así se deben autoconcebir, y este es su primer deber moral y profesional.

Ser solo un tecno-médico es tener información, pero no sabiduría; es aplicar (casi industrialmente) protocolos operativos, pero no transmitir el «fuego»; es realizar cierto tipo de «bricolage» con órganos del cuerpo, pero dejar las cañerías del alma embozadas; es aplicar derivados del petróleo, pero no aplicar la vida; es contrarrestar transitoriamente el síntoma, el efecto, pero dejar intacta la causa; es tener quizá aplausos y dinero, pero carecer de espíritu. La tecno-medicina es ciertamente muy útil para muchas circunstancias, pero nadie se conforma solo con bisutería... existiendo el oro auténtico.

Descubrir las Etno-Medicinas de sus pueblos y a sus maestros (si es que quedan) no será tarea fácil para nuestros jóvenes, pero «quién busca halla» y «a quién llama se le abre», dice el Evangelio. Ojalá nuestros jóvenes puedan llegar a ser «elegidos» y puedan convertirse en curanderos, brujos, chamanes, etc., «título» desde luego mil veces superior al de simple «licenciado en medicina» o «ayudante técnico sanitario». Ojalá nuestros jóvenes puedan encontrar a los maestros de sus culturas ancestrales y puedan escucharles, seguirles y aprender de ellos, ser iniciados por ellos: Así tendrán raíces, tendrán alma, tendrán corazón, es decir: tendrán algo.

Deben estar en los dos mundos (el Etno y el Tecno-Médico), pero nuestros jóvenes deben saber reconocer donde está el núcleo y donde está la periferia, donde está la calidad y donde está la cantidad. Y buscar ante todo la calidad pues, si se tiene la calidad... la cantidad viene por añadidura.


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