Los delegados africanos reevalúan el SIDA.
La Agencia de Información US presenta a Maggiore & Rasnick.
Christine Maggiore.
Christine Maggiore.
Traducción: Francisco Martín.

Cuando el International Visitors Council de Los Angeles cursó una invitación a Alive & Well (el grupo para reevaluación del SIDA que dirijo) para reunirse el 18 de mayo con una delegación de responsables africanos del SIDA, pensé que se había producido un error.

Está claro que ninguna organización gubernamental permite a una delegación oficial africana escuchar opiniones discrepantes sobre el SIDA, y menos pedirnos a nosotros que se las expongamos. Me figuré que alguien nos había elegido al azar entre los cientos de grupos locales de ayuda al SIDA, dando por supuesto que nosotros también propugnábamos la visión estándar de que el VIH está arrasando el planeta, diezmando a los heterosexuales que no toman drogas y despoblando el continente africano.

Me veía en una sala llena de dignatarios africanos sorprendidos e indiferentes, acompañados por activistas de grupos ortodoxos del SIDA (mis ex-compañeros) abucheándome. Por eso no acepté de inmediato la invitación. Pero ante las insistentes llamadas del Visitors Council decidí arriesgarme.

Solicité un compañero de presentación: David Rasnick, doctor en química, especialista en inhibidores de la proteasa de la industria farmacéutica, investigador independiente del SIDA y presidente de Reappraising AIDS.

Un fax de confirmación del Visitors Council explicaba que nuestra presentación formaba parte del programa de la US Information Agency (USIA) para relacionar a los africanos que trabajan en el campo del SIDA con las organizaciones populares norteamericanas del modelo VIH/SIDA. El USIA había realizado, a través de las embajadas norteamericanas en países africanos, una selección de once personas entre médicos, periodistas, trabajadores de sanidad, funcionarios y otros profesionales implicados en el SIDA. El International Visitors Council de Los Angeles, Pittsburgh y Atlanta recibiría en estas localidades a la delegación, y determinaría las sedes de grupos implicados en el SIDA en las que se efectuarían las presentaciones. Para mi gran alivio supe que tendríamos un encuentro privado con los delegados, sin representantes del anfitrión oficial que pusieran fin al acto al ver claramente en qué consistía nuestro enfoque.

Durante los contactos con los representantes del Visitors Council no detectamos nada que pudiera dar a entender que conocían la opinión crítica de Alive & Well. Y no dijimos nada, suponiendo que anularían la invitación si se percataban de nuestra postura. Queríamos aprovechar la rara oportunidad de exponer a los funcionarios y periodistas africanos información fidedigna y hechos susceptibles de salvar vidas. Del mismo modo que los funcionarios y periodistas norteamericanos, los africanos basan su línea informativa y el despacho de noticias en datos tergiversados e inexactos que presentan al VIH como patógeno, e ignoran o descartan las verdaderas causas del SIDA, como son los narcóticos, los fármacos anti-VIH y la pobreza, que en último extremo provoca malnutrición y malas condiciones sanitarias.

Pero luego vimos que en el programa de los delegados figuraba clara y detalladamente el propósito explícito de Alive & Well con nuestra postura. Por consiguiente, el Visitors Council conocía nuestras opiniones y el público iba a escuchar lo que íbamos a decir. No sabía si los representantes del Visitors Council descubrieron nuestra postura proscrita en el último momento y se vieron demasiado en apuros o fueron lo bastante éticos como para no «des-invitarnos». No podía imaginar que la hubieran conocido desde siempre.

Iniciamos la reunión entregando a los delegados un expediente con artículos del profesor de Historia africana de la universidad de California Charles Geshekter sobre el SIDA en África; el informe de Celia Farber del número de «Mothering» de septiembre/octubre de 1998 sobre las madres VIH-positivas; el último artículo del profesor de matemáticas de Yale, Serge Lang, «HIV and AIDS: We Have Been Misled»; la revista «People» del 5 de octubre de 1998 con el artículo sobre Valerie Emerson; el artículo «Rethinking AIDS» de «Maclean's» del 12 de abril; y mi libro «What If Everything You Thought You Knew About AIDS Was Wrong?».

Tras un «cursillo intensivo» sobre las teorías discrepantes a propósito del modelo VIH/SIDA, conté mi historia.

Expliqué cómo hace siete años los médicos me establecieron un diagnóstico positivo de VIH y me vaticinaron que moriría en un plazo de cinco o siete años tras desarrollar horrorosas enfermedades tipo SIDA, como emaciación crónica y neumonía. Expuse cómo me había dispuesto a morir abandonando mi negocio boyante de importación/exportación de ropa y cómo me convertí en uno de los portavoces públicos más populares a favor de los esquemas convencionales: el VIH es la causa del SIDA, el SIDA es contagioso, todos estamos sujetos a riesgo del VIH y del SIDA, y todos debemos temer al VIH y apoyar los programas supermillonarios del gobierno para vencerlo. Repetí cómo mi popularidad como portavoz fue consecuencia de mi condición de no estar sujeta a riesgo por ser una heterosexual sin antecedentes de droga inyectada, transfusiones o relaciones íntimas con hombres «gay» o drogadictos; señalé el hecho de que esto inspiraba simpatía y me convertía en «mujer-ejemplo» de la tesis oficial de que «todos corremos riesgo», añadí que finalmente advertí lo extraño de mi condición, ya que muy escasos heterosexuales que no hayan tornado drogas ni hayan estado sometidos a transfusiones de sangre dan positivos, y que comencé a preguntarme por qué mi «infección por VIH» no me causaba enfermedad, pese a que yo predicaba al público que las personas «VIH-positivas» padecen una infección mortal de VIH que causa SIDA.

Expliqué cómo sin querer descubrí una hipótesis distinta, y que hay otros factores que no son el VIH que explican el SIDA. Luego, presenté algunos de los hechos que contradicen la hipótesis convencional, que estipula que el VIH es el responsable del SIDA y considera el test de VIH y el tratamiento como prioridades urgentes, incluso para los países financieramente impedidos, y maticé que los tests de VIH no detectan el VIH, sino restos de trozos de secuencias genéticas de anticuerpos que neutralizan el VIH, y que muchos factores, además de la exposición al VIH, causan reacciones positivas en los tests de anticuerpos, si bien raramente alguien que no pertenezca a los grupos de riesgo da positivo al test; que los pacientes de SIDA presentan siempre factores distintos al VIH que explican su enfermedad; que los fármacos empleados para tratar las supuestas infecciones por VIH -drogas químicas como el AZT- caracterizan entre sus «efectos secundarios» a enfermedades del SIDA, y que muchos pacientes norteamericanos y la mayoría de los africanos dan negativo al VIH.

Dije a nuestro público cómo había estudiado toda esta información, leído trabajos de científicos que opinaban de esta manera y había encontrado muchos datos que documentaban sus conclusiones, y que, por el contrario, había descubierto escasa evidencia que corroborase la tesis oficial del SIDA que yo había estado propugnando. Estos descubrimientos eran los que me habían inducido a abandonar mi postura de voluntaria y a constituir mi propia organización, primero HEAL-LA, y ahora Alive & Well. Les dije cómo siete años después de mi desahucio de cinco-siete años seguía viviendo y estaba bien, totalmente exenta de enfermedades del SIDA y añadí que nunca había tomado -ni tomaré jamás- fármacos anti-VIH, de esos que les han contado que necesitan sus países para salvar a numerosas personas que dan positivo al test.

Los delegados reaccionaron bien a mi presentación, especialmente en lo que respecta a mi hijo. Les sorprendió, y luego les animó, que tuviera un niño sano de dos años. Me dijeron que a las mujeres africanas se les insiste con énfasis en que no tengan hijos si dan positivo al test, y que es algo que nunca cuestionan. Fue lastimoso oír a los delegados explicarnos los ensayos de AZT en mujeres africanas embarazadas, diciéndonos que las futuras madres que dan positivo al test no pueden negarse a la medicación con fármacos anti-VIH cuando se dispone de ellos. Los ensayos se hacen sin contrastes con placebo, debido a que los investigadores occidentales afirman, erróneamente, que se ha demostrado que el AZT es más beneficioso que el placebo.

El Dr. George Enow-Orock de Camerún se quedó atónito de entrada cuando dije que yo había amamantado a mi hijo y que a mi marido, Robin, le tenía sin cuidado mi condición de VIH. Finalmente, Enow-Orock y todos los demás entendieron mi ausencia de temor.

A continuación Rasnick entregó a cada delegado una copia del artículo «El dilema del SIDA» del que es coautor con el retrovirólogo de la universidad de Berkeley Peter Duesberg («Genética» 104, 1998), un artículo reciente «AZT: un medicamento del infierno» de Anthony Brink, un abogado sudafricano que cuestiona el SIDA, y una fotocopia de la calavera y las tibias de la etiqueta veneno que llevan los envases de tamaño industrial del AZT. Les demostró cómo el AZT, y no el VIH, tiene capacidad para causar SIDA y otros problemas de riesgo para la vida.

Tratamos de exponer una panorámica bien documentada de las imputaciones sin fundamento de Occidente de que los africanos dedican pocos recursos de los recibidos para paliar la pobreza (que expusimos como la causa real del SIDA en África) a «detener la difusión del VIH». Criticamos las actuales recomendaciones oficiales sobre:

  1. sustituir la leche materna por productos formulados, no sólo en las mujeres que han dado positivo, sino en millones de ellas que ni han sido sometidas al test (lo que incluye una mayoría que daría negativo al mismo),
  2. las pruebas masivas de VIH, y
  3. la distribución de AZT a quienes dan positivo y a los hijos de las mujeres que dan positivo.
Durante el animado y cordial encuentro, un periodista independiente de Swazilandia, Sandile Ntshakala, preguntó sobre el AZT en Zimbabwe. Dijo que la anterior tasa de crecimiento de población del 3% anual en Zimbabwe cayó en la década de 1990 a cero debido a la creciente mortalidad. Algo nuevo mataba a la gente, dijo, y ese «algo», con toda probabilidad, era el SIDA. Utilizando información facilitada por Geshekter, que no pudo asistir, Rasnick señaló que antes del declive del crecimiento de población de Zimbabwe, la previa situación económica del país había pasado de ser excelente al actual desastroso estado de cosas, lo que ha propiciado el aumento de todo tipo de enfermedades, incluidas las que caen fuera del criterio SIDA.

Simultáneo a esta perspectiva y también previo a la disminución de índice de crecimiento de población en Zimbabwe, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) habían impuesto severas restricciones al gasto social del gobierno -una restricción denominada oficialmente «programas de reajuste estructural»- como condición para hacer préstamos y otras medidas para paliar la deuda. Las restricciones recortaban en concreto fondos públicos para sanidad y alimentación. Rasnick sugirió que el ««reajuste estructural» impuesto por el Banco Mundial y el FMI explica mejor el descenso de la tasa de crecimiento de población de Zimbabwe, ya que la malnutrición, y no el VIH, es potencialmente destructora de células humanas». La afirmación pareció encontrar eco en los delegados.

Después, la Dra. Alti Zwandor de Nigeria nos dijo a Rasnick y a mí que las personas que en su país ocupan las salas de SIDA es evidente que mueren de simple malnutrición. Nos contó que la mortalidad entre los 300 pacientes de «SIDA» que tiene a su cargo se explicaría por la simple falta de alimento, y que como todos los fondos disponibles se dedican a la campaña de sexo seguro «AIDS awareness», muchas veces ella compra comida de su bolsillo.

Andrew Mutandwa, el representante delegado jefe del Ministerio de Información, Correos y Telecomunicaciones de Zimbabwe, nos expuso la petición unánime de copias de nuestros planteamientos y más ejemplares del libro «What If Everything You Thought You Knew About AIDS Was Wrong?», a la que dimos satisfacción. Al final de la reunión llegó el acompañante de los delegados en Los Angeles y sugirió que leyesen el libro de Duesberg «Inventing the AIDS Virus». Por lo visto ya conocía nuestra postura y la juzgaba positiva. Al final del acto, Rasnick y yo recibimos unos cuantos apretones entusiastas. Los delegados me pidieron que les enseñase fotos de mi hijo, nos hicieron fotos a Rasnick y a mí, y me pidieron que les dedicase ejemplares de mi libro. Para nosotros dos fue muy estimulante la cálida acogida y la buena disposición de los delegados a discutir de un modo crítico el SIDA.

«Mi esperanza era que el grupo saliera de la reunión un poco menos convencido de que lo que creían saber sobre el SIDA y con algunos interrogantes más de los que tenían a su llegada», dijo Rasnick, «El señor Mutandwa de Zimbabwe me dijo que iban a reunirse durante dos o tres días con los funcionarios de los Centros para Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta. Me habría encantado ver el desarrollo de tales reuniones, ahora que estos representantes africanos conocen nuestra postura».

Centers Disease Control (CDC).Nos dejaron sus direcciones de correo electrónico para que pudiéramos comunicarnos durante su visita a los CDC, en que los funcionarios del organismo sin duda tratarían de imbuirles de nuevo la visión ortodoxa del SIDA. Pero nunca más volvimos a tener noticia de ellos.

Después de la presentación me enteré de que los funcionarios del Visitors Council nos invitaron concretamente porque querían exponer una diversidad de opiniones a fin de que los delegados pudieran establecer sus propias conclusiones. La coordinadora del programa del Council, Napah Quach, descubrió Alive & Well en Internet y dijo que nuestra página http://aliveandwell.org le había causado buena impresión por lo que ella calificó de visión distinta del SIDA y por su convincente presentación profesional. Deliberadamente, había decidido no hacer un programa de perfecto consenso, pues la misión explícita del Visitors Council incluye una cláusula que considera la manifestación de diferencias de opinión oportunidades de aprender eficaces y deseables. No sé si Quach sabe que su actitud diferencia a su entidad de prácticamente todos los organismos oficiales, facultades universitarias y principales dispositivos de medios de comunicación. Quach dijo que el Council contaría con Alive & Well para futuros programas sobre el SIDA.

Me doy cuenta de que estas oportunidades de diálogo son como un maná que cae del cielo... a condición de que haya una base consistente de esfuerzo que las reciba. Una razón más para que sigamos trabajando.

Para vídeos de la reunión, contactar gratis 877-92-ALIVE o alivela@best.com.

Fuente: Reappraising AIDS, volumen 7, número 6.

Artículo publicado en el número 59 de la revista «Medicina Holística». Edita: Asociación de Medicinas Complementarias (A.M.C.).


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