A propósito de la supuesta «epidemia de hepatitis C» en Valencia (1).
«HEPATITIS C»: ¿VERDAD O MANIPULACIÓN?.

Los medios de comunicación están dedicando espacio a una supuesta «epidemia de hepatitis C» detectada en Valencia. La mayoría simplemente atacan el anestesista culpado por la Consejeria de Sanidad de la Generalitat valenciana, e insisten en que «es inaceptable que ocurra algo así» e instan a los afectados a «actuar legalmente contra el responsable y quienes lo han tapado». Pocos señalan algo tan elemental como que el que casi dos tercios de los afectados no hayan sido operados por el equipo cirujano del que formaba parte el anestesista culpado, es suficiente para descartarlo por completo como causante de la «epidemia». Todos coinciden en insistir en que es importante «no crear alarma social» y «tranquilizar a los ciudadanos», con lo que indican cual es el criterio estrecho con que se enfoca el tema. Y sólo algunos tímidamente apuntan que «debe haber una explicación», aunque no piden sugerencias al respecto. Pero aunque no inviten a formular explicaciones alternativas, he aquí algunos elementos de un enfoque distinto para comprender qué es «eso» llamado «hepatitis C», enfoque que permite deducir otras interpretaciones.

La cuestión clave de la que partir radica en las pruebas que se utilizan para diagnosticar lo llamado «hepatitis C», pruebas que nadie cuestiona. Lo decisivo es entender que lo que convierte en «enfermo de hepatitis C» a una persona absolutamente asintomática o a otra que tiene simplemente cansancio o algunos problemas de salud cuyo origen no le detectan, es el dar positivo en unas pruebas que le hacen. Los resultados de estas pruebas son aceptados como totalmente ciertos tanto por los pacientes como por los médicos que los llevan. La pregunta clave es: ¿son fiables estas «pruebas de la hepatitis C»?.

Para responder correctamente es preciso entrar en los detalles técnicos. Lo primero es preguntar: ¿de qué clase de pruebas se trata?. Si son unos tests, ¿qué tipo de tests?. Por ejemplo, ¿son tests de anticuerpos?. Si efectivamente son tests de anticuerpos, ¿de qué subtipo son: ELISA, Western Blot,...?. ¿Se usa sólo un tipo de «test de la hepatitis C», o más de uno?. Para cada tipo, ¿hay sólo una marca o más de una?. ¿Qué criterios de interpretación se utilizan para afirmar que el resultado es «positivo» o «negativo»?. ¿O «indeterminado», y cómo se actúa en este caso?. Si hay diferentes marcas, ¿usan los mismos criterios?. ¿Qué grado de homologación de criterios existe entre los distintos tipos y las diferentes marcas?.

Y lo que es decisivo para poder hablar de fiabilidad de un test, sea del tipo que sea, es: ¿cómo se ha comprobado su validez?. ¿Cómo ha sido «validado»?. ¿Cuál ha sido lo que técnicamente se llama su «gold standard»?. Cuando se trata de un «test de anticuerpos ante un virus», el único «gold standard» correcto es la comprobación directa. Esto quiere decir que en un número significativo de personas en las que el test da positivo (es decir, el test detecta los anticuerpos que se supone son específicos para el virus de que se trate), debe poderse aislar en su cuerpo el propio virus (en este caso, el «virus de la hepatitis C»); y que, por el contrario, en aquellas personas en las que el test da negativo, aplicando las mismas técnicas de aislamiento no se pueda aislar el virus (en este caso, el «virus de la hepatitis C»). Sólo un test que hubiese pasado este «gold standard» para el «virus de la hepatitis C» estaría validado, y por lo tanto sería susceptible de ser autorizado y de ser correctamente utilizado para diagnosticar si una persona está infectada por el «virus de la hepatitis C» al dar positivo dicho test, o para diagnosticar que no está infectada por el «virus de la hepatitis C» al dar negativo dicho test.

Y aquí tropezamos con el mayor escollo para poder hablar propiamente de la existencia de una enfermedad llamada «hepatitis C»: los especialistas oficiales saben que el «virus de la hepatitis C» nunca ha sido aislado. Y si un virus no ha sido aislado, no se puede afirmar que exista (y menos aún poner en titular que «consume el hígado»: La Vanguardia, 25 de abril de 1998) o culparle de provocar cirrosis, cáncer,... Y si el «virus de la hepatitis C» no ha sido aislado, no se conocen cuales son las proteínas de su envoltura1 ni la secuencia de letras genéticas que forma su genoma2. Solicito a quien considere que el «virus de la hepatitis C» sí que existe, que presente las pruebas científicas de su efectiva existencia, es decir, las pruebas de su aislamiento. Todo lo restante es «ciencia» y «medicina» de «indicios indirectos», de «suposiciones», de «aproximaciones» y de «asociaciones estadísticas» que en ningún momento deberían utilizarse para establecer causalidades y, menos aún, para hacer diagnósticos. Y mucho menos si estos diagnósticos sentencian a tener «algo» que es públicamente presentado (¡y, claro está, creído!) como una «grave enfermedad»...

Si el «virus de la hepatitis C» nunca ha sido aislado, resulta que tampoco ha podido ser validado ninguno de los tests empleados para diagnosticar a alguien como «enfermo de hepatitis C». Entonces, ¿en qué consiste esta llamada «enfermedad hepatitis C»?.

Una enfermedad realmente existente se define por una serie de síntomas y características, lo que los médicos llaman «clínica». ¿Cuál es la clínica de la supuesta «hepatitis C»?. Esta es otra pregunta que (casi) nunca se plantea. Y lo poco que aparece son generalidades como «un aumento de las transaminasas y una inflamación del hígado» (La Vanguardia, 25 de abril de 1998). ¿Cuántos medicamentos, enfermedades, comestibles y bebidas, situaciones, tensiones, etc. pueden producir aumento de transaminasas?. Y ¿qué significa la palabra «hepatitis» sino precisamente «inflamación hepática»?. (Habría que recordar que lo definido no puede entrar en la definición...). Además, médicos consultados me han dicho que «la hepatitis C no tiene síntomas específicos»...

Pero resulta que casi un millón de españoles sufre «hepatitis C». ¡Cuánta razón tiene el subtítulo «la mayoría la adquirió en el medio hospitalario»! (La Vanguardia, 25 de abril de 1998). Sólo que no por lo que se da a entender (que fue en los propios hospitales donde se les inoculó el «virus de la hepatitis C»), sino porque en los hospitales se aplican los tests que, caso de dar positivo, son aceptados como segurísimos indicadores de infección por el nunca aislado «virus de la hepatitis C»...

Si es cierto lo que apunto en este breve artículo3, lo que hace sufrir a casi un millón de españoles es que han sido incorrectamente diagnosticados como «enfermos de la peligrosa hepatitis C». Quienes estaban perfectamente asintomáticos cuando recibieron el diagnóstico (por ejemplo, tras ser operados, dar a luz o donar sangre), probablemente comenzaron a encontrarse mal al recibir el diagnóstico, romperse su equilibrio psicosomático y entrar en una situación de estrés. Y quienes tenían algún problema (cansancio, falta de energía, dolores difusos,...) creyeron erróneamente que la causa es «el temible virus de la hepatitis C» y seguramente empeoraron...

El hígado es el único órgano que puede regenerarse totalmente. ¡Ojalá que el debate a partir de la «epidemia de hepatitis C» de Valencia permita también regenerar una medicina virtual equivocada!. ¡Ojalá la búsqueda de la verdad se imponga a una manipulación que está costando no sólo muchos miles de millones de pesetas sino lo que es más grave: miedo y muerte a numerosas personas!.

Lluís Botinas.Barcelona, 29 de abril de 1998.
Lluís Botinas (director de la asociación C.O.B.R.A.).

Notas:

1Si no se conocen cuáles son las proteínas de la envoltura de un virus, tampoco se puede saber cuáles son los anticuerpos que las defensas humanas generan ante dichas proteínas. Luego no se pueden fabricar unos «tests de anticuerpos», y menos usarlos para diagnosticar si hay o no infección por dicho virus...
2Si no se conoce el genoma del supuesto «virus de la hepatitis C», ¿en qué clase de ciencia ficción de terror hay que incluir el anuncio de que se va a buscar (¿cómo?) «cuál es el genotipo de los infectados por la epidemia de Valencia, a fin de ver si coincide con el genotipo 1A del anestesista» chivo expiatorio?.
3Podría dar muchos más detalles y argumentos, pero esta primera aportación no es el lugar adecuado para ello. Por ejemplo, la pretendida mejoría (porque bajaría lo que se llama «carga viral» medida con la técnica PCR) con la aplicación de los peligrosísimos medicamentos interferón o antivirales. Y que «cronifica» la «enfermedad». Y...


free-news.org