Casos relacionados con el AZT muestran extraños efectos secundarios.
Dr. Allen I. Arieff.
Profesor de medicina en la Universidad de California.

Traducción: Maria Jesús Baldonedo.

Un ejemplo más de la superdesinformación en nuestro país ya que este trabajo publicado en los medios de comunicación cotidianos en Estados Unidos no ha sido recogido por ninguno de nuestros medios que se supone tienen el deber de informarnos, en contraste con su descarada promoción del medicamento AZT para el tratamiento del SIDA pero que según numerosos científicos produce SIDA.

Alfredo Embid.
Allen I. Arieff se acuerda del día en el que se enteró por primera vez acerca de la muerte inesperada de pacientes con SIDA que tomaban la droga AZT.

«Yo era profesor de la Escuela de Medicina Mount Sinai, en Nueva York, hace tres años» recordaba Arieff ahora profesor de medicina en la Universidad de California en San Francisco.

«Me presentaron dos casos de pacientes de SIDA que habían fallecido con inexplicable «acidosis láctica», un crecimiento de los productos metabólicos en células». «No me podía imaginar lo que les había ocurrido».

Arieff no pudo olvidar los casos. En realidad, cuando volvió a su casa, comenzó a buscar si podría haber más. Cerca del verano de 1991, había encontrado siete casos de personas con el virus VIH que habían adquirido un desorden conocido como Tipo B acidosis láctica. Cuatro de ellos estaban tomando la droga AZT y los otros tres la habían tomado anteriormente. En noviembre de ese año, presentó su serie de casos en una asamblea en Baltimore, Maryland.

Arieff no se encuentra sólo. Una docena más de científicos en los Estados Unidos también habían notado lo mismo. Algunos de ellos, sabían que en casos donde una autopsia había tenido lugar, a menudo el hígado del paciente estaba distendido y repleto de grasas, un signo de severo (aunque no siempre mortal) daño orgánico.

Cuestión de tiempo y suerte:

Este raro efecto de la droga más popular para combatir el SIDA fue como descubrir el lejano pulsar de una galaxia en el espacio. Estaba allí siempre, pero la ciencia necesitaba tiempo, suerte y trabajo para finalmente oír su mensaje entre los otros sonidos del cosmos.

Más evidencias de los peligros del AZT surgieron en junio (1993), durante un estudio controlado de un tratamiento para hepatitis B. Cinco pacientes fallecieron después de que sufrieron daño en el hígado y «acidosis láctica».

La aceptación de lo que parece estar relacionado con fallo hepático, acidosis láctica y la droga AZT, demuestra lo difícil que es detectar efectos secundarios de drogas, especialmente en pacientes muy enfermos.

Seis años y medio después de que el AZT comenzó a ser usado libremente, unas 300.000 personas han tomado dosis variadas. De estas, sesenta y cinco han desarrollado casos inexplicables de acidosis láctica y fallo hepático, según Burroghs Wellcome, fabricante del AZT.

El AZT pertenece a una clase de drogas llamada «nucleoside analogs», que funcionan interrumpiendo la construcción del ADN, el depósito de instrucciones genéticas en el núcleo de las células. La hipótesis actual es que estas drogas también pueden ocasionalmente dañar la estructura mitocondrial. La Mitocondria produce las energías bioquímicas concentradas que cada célula necesita para sobrevivir. Una célula puede contener más de 1.000 de estos «organitos» o mitocondrias.

Las células hepáticas tienen gran necesidad de estas energías concentradas y una quinta parte de su volumen está ocupado por Mitocondrias. Cuando la Mitocondria deja de funcionar, un proceso mucho menos eficiente comienza a actuar y produce acidosis láctica como resultado.

Cuando ésto ocurre en células hepáticas, el resultado es que la grasa (uno de los materiales comunes en la producción de energías bioquímicas) se acumula en gotas visibles.

En 1989, Tung Chi Cheng, un farmacólogo de la Universidad de Yale, publicó un estudio que describía como el DDC, una droga similar al AZT, dañaba la Mitocondria en cultivos de células. El AZT no era, al parecer, el único culpable.

Urgencia y entendimiento:

El segundo estudio apareció en el «Molecular Pharmacology Journal» y se publicó bajo el título «Comunicación Acelerada» (debido a la urgencia).

Esta publicación, sin embargo, no es una de las que los doctores que tratan pacientes de SIDA leen a menudo. Incluso, los investigadores que estaban al tanto de los experimentos de Cheng no estaban seguros de la relevancia que el complejo y, a veces, desorganizado mundo de la terapia de drogas del SIDA tiene sobre los pacientes.

Aunque parezca que el daño hepático y la acidosis láctica podían haber sido predichos, sólo el hecho de que podamos observar lo ocurrido hace que las cosas parezcan más claras. En general, los clínicos investigadores no van buscando efectos tóxicos sugeridos por la ciencia básica.

«Lo que ocurre generalmente es que comenzamos con un fenómeno y después estudiamos el mecanismo de éste» dijo David Feigal, Director de la División de Productos de Drogas Antivíricas de la FDA.

En este caso, había algunas noticias de mal funcionamiento del hígado en pacientes que tomaban AZT. Pero el virus suele dañar al hígado y los pacientes de SIDA que son susceptibles a infecciones del hígado. Además, las infecciones sanguíneas pueden producir acidosis láctica. Por esta razón, era difícil discernir qué hacer con esos estudios.

Mirando cada caso:

A mediados de 1990, un epidemiólogo de la FDA decidió examinar cada uno de los casos reportados que demostraban reacciones adversas al AZT, que habían llegado a esa agencia o a B.Wellcome Co. Había centenares.

Los agrupó por sistema orgánico y notó que algunos, en la categoría del hígado, eran extraños y similares. Al mismo tiempo que Freiman comenzaba su proyecto, le llamaron del Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID).

Médicos de esta institución habían revisado la historia clínica de pacientes de SIDA y habían encontrado tres casos inexplicables de hígado graso.

Para agregar a la coincidencia, la compañía B.Wellcome Co. (que recibe la mayor cantidad de reacciones negativas antes de pasarlas a la FDA) estaba notando varios casos curiosos de enfermedad hepática.

«Fue muy interesante», recordaba Freiman.

En 1991, catorce casos se habían complicado. Investigadores de NIAID fueron alertados. Pero todo se sumió en el silencio. Ocasionalmente, algunos casos eran discutidos en grupos médicos pero pocos casos fueron reportados por investigadores del gobierno o de la Compañía Farmacéutica.

Un año más tarde, Freiman presentó un estudio de ocho casos nuevos, seis de ellos eran mortales. Otros científicos presentaron otros tres casos nuevos.

En enero de 1993, los estudios de Arieff fueron publicados, lo que provocó que aún más casos se dieran a conocer.

Los científicos aún no están seguros si el síndrome es el resultado directo del efecto del AZT o si hay otras causas.

Food and Drug Administration.Para el mes de junio de 1993, las sospechas eran suficientemente grandes para que la FDA le pidiera a B.Wellcome Co. que enviara una carta a 12.000 médicos especialistas de enfermedades infecciosas alertándoles acerca del posible problema1.

En agosto de 1993, la misma carta fue enviada a 194.000 doctores, mientras el Gobierno y la compañía tienden una red para atrapar algo que todavía no han podido identificar.

Fuente: Washington Post, 20 de septiembre de 1993.


Nota:

1Que sepamos, esta carta no ha sido enviada a los galenos españoles.

Artículo publicado en el número 37 de la revista «Medicina Holística». Edita: Asociación de Medicinas Complementarias.


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